Entre el brillo y la ruptura: elegir la seguridad emocional y a los hijos por encima de la relación.
En una reciente charla en el pódcast Call Her Daddy, Kim Kardashian volvió a detalles sobre su divorcio con Kanye West y los momentos más duros y complicados de su matrimonio, explicando cómo llegó a tomar la decisión de poner fin a la relación por su propio bien y el de sus hijos.
Kardashian calificó su vida junto a West como “tóxica”, describiendo un ambiente lleno de inestabilidad emocional y financiera que la consumía; recordó momentos concretos que ilustran ese caos, como la vez en que, en medio de un brote emocional, regaló cinco Lamborghinis a sus allegados.
Contó que la imprevisibilidad de Kanye, su negativa a buscar ayuda médica y sus ausencias emocionales minaron la estabilidad familiar hasta convertirla en insostenible; esa pérdida de seguridad, tanto emocional como económica, fue la señal más clara para ella de que debía separarse.
Kim admitió que durante mucho tiempo se concentró en lo positivo de su relación y en apoyar a su pareja, pero que cuando una persona no está dispuesta a cambiar, continuar se vuelve dañino; también reconoció el peso que tuvo la presencia de sus hijos en la decisión, pues “cuando tienes hijos, definitivamente es más difícil irse que quedarse”.
Uno de los episodios que más la marcó fue la difusión pública por parte de Kanye de una conversación íntima sobre un posible aborto durante el embarazo de su hija North, un cruce de límites que, según ella, rompió la confianza de forma irreparable.
Al final, Kim subrayó que su prioridad fueron siempre sus cuatro hijos y que, al ver su propia salud mental deteriorarse y su capacidad para criarlos afectada, tuvo que tomar una decisión drástica para salvarse y volver a ser feliz consigo misma.