El silencio de la familia
Por Humberto González 26 Septiembre 2021
Los Mochis, Sinaloa, 26 de septiembre del 2021.- El hombre va embotado. Los tacones resuenan en esa sala pequeña de color beige, que huele a madera. El aire acondicionado apenas se escucha. Y él lleva hundida la cabeza en los hombres. Es la seña de que un gran peso está sobre sus hombros. Algo lo acongoja.
Frente a él están
sus dos hijas, su esposa y otra persona. Ninguna de ellas lo saluda, a
excepción de la menor, que levanta el rostro en respuesta a que su padre le
hizo un giño con sus cejas. Ella, tímidamente intenta levantar la diestra, pero
ya él no la observa. Le había dado la espalda. Y espera, espera a alguien.
Tic-tac, tic-tac,
tic-tac susurra el ambiente. El hombre con una bata negra aparece, saluda, es
cordial, y se acomoda en el estrado.
Jesús Antonio
hunde su cabeza en los hombros. No se mueve. Ni un pelo de la cabeza ondea.
Entrelaza los dedos de sus manos, y se pierde, se ausenta del lugar, viaja a un
lugar en dónde él sólo sabe.
Quizá estaba
rebobinando su cerebro sobre los hechos que lo condujeron hasta ese lugar.
Alguien le
envenenó el alma, le contó mitotes del ejido, y en lugar de aclararlos, lo
envalentonaron, le inyectaron furia que con el paso del tiempo se acumuló,
hasta convertirlo en un volcán por explotar.
A las 17:30 horas
del miércoles 27 de mayo, la furia contenida estalló. Bajó de su carro
acompañado de su hijo Jesús Antonio. Encaró a Félix Manuel, que enjarraba un
muro.
-Qué andas
hablando mala paga- le grito entre pregunta y afirmación.
El albañil
tartamudeo, buscó aclarar las cosas reculando, tropezando con sus propios pies.
No lo logró.
Y el demonio
ordenó: ¡Chin… a la ….!
Jesús Antonio
saco el verduguillo, le tiró dos piquetes al albañil que le asestó en el rostro
y en el pecho.
¡Déjamelo a mí!
pidió el junior.
Félix Manuel
corrió, para salvarse, pero metros adelante se desplomó. Sangraba.
Cuando padre e
hijo se abalanzaban sobre él, los gritos de unas mujeres los ahuyentaron.
Ellos escaparon.
Horas después, el albañil falleció, y tras conocerse el deceso, los jesuses
antonios huyeron, abandonaron a la familia.
Anduvieron
escondiéndose hasta que el padre regresó al terruño. Allí lo atraparon. Su
hijo, cruzó la frontera y está con los gringos. No ha vuelto con su familia.
Por eso, él está
allí, sentado, en silencio
Él pasará 15 años
a la sombra, y le fue bien, pues de no haber negociado habría muerto en la
cárcel y aún quedaría a deber a la sociedad. “Sí, lo admito, lo mate”.
Tras su espalda,
su familia lo ve sin verlo, a excepción de la menor, que le saluda con la
cabeza. La familia se ha desintegrado.