Antes que El Chapo, El Mencho y El Mayo, este narco era el cabecilla de una célula criminal en Sinaloa que ha sido tema de corridos y películas
“Un día 28 de enero, como me duele esa fecha, a Don Lamberto Quintero lo seguía una camioneta. Lamberto sonriendo dice: pa´ que son las metralletas”, así inicia un narco corrido mexicano que narra la vida de uno de los primeros cabecillas de la droga de los que se tiene conocimiento en el país.
Quintero fue ejecutado en 1976 durante un enfrentamiento con rivales a partir de ahí se construyó una historia que los seguidores de la narco cultura califican como una leyenda.
Lamberto Quintero Payán nació en la sierra de Badiraguato, en Sinaloa, la tierra del Chapo Guzmán. De acuerdo a la historia que dio pie al famoso corrido y posteriormente a la película, él y su primo Pedro Páez Soto, tuvieron rivalidades con la familia Otañez Lafarga, otro poderoso clan de Sinaloa, por el tráfico de drogas.
Las diferencias duraron más de un año durante el cual murieron prácticamente todos los integrantes de la familia Lafarga, así como algunos del clan de los Quintero.
Un año antes del que murió Lamberto Quintero, a finales de 1975, integrantes de su familia descubrieron a Ramón Otañez Lafarga hablar con un oficial de la policía judicial en una calle de Culiacán, por lo que fueron ejecutados
Ramón Otañez, tras ser atacado se defendió y mató a Macario Payán, un asociado de los Quintero. Pedro Páez fue culpado por el presunto asesinato, quién ese año fue asesinado en el aeropuerto de la capital sinaloense.
La muerte de Lamberto Quintero ocurrió hace 43 años en el Salado, Sinaloa, tras una balacera en la que también falleció “El Chito” Lafarga.
El mismo día, después de recibir por la espalda ráfagas de metralletas, fue trasladado a la Clínica Santa María que se encuentra en el centro de Culiacán, donde no resistió y murió.
Los informes fueron confirmados por el corrido que lleva su nombre y se ha convertido en un clásico entre los que abordan la temática del narcotráfico, con una letra cuidadosa en evitar los negocios en que participaban los involucrados, así como del lenguaje –pues corresponde a tiempos precedentes al uso de malas palabras comunes en el llamado “movimiento alterado”, de confección más reciente.
Las autoridades de la época mantuvieron bajo reserva la información relativa a la muerte de Lamberto Quintero, así como de los hechos de sangre que dejaron a Culiacán en la zozobra durante los días siguientes, en especial, cuando los Quintero y sus socios tomaron venganza, como dice el corrido.
El 29 de enero de 1976, Quintero fue sepultado en Jardines de Humaya, donde aún es posible apreciar su sepulcro. Un día después, el 30 de enero, los Otañez Lafarga iban a sepultar a El Chito.
Cerca de las 16:00 horas, el cortejo fúnebre salió de la iglesia Del Carmen. Avanzaron una cuadra y, al llegar al cruce de las calles Andrade y Ramón Corona, fueron emboscados. El enfrentamiento se prolongó por más de una hora, dejando las calles llenas de sangre y un número de heridos sin determinar y un estimado de 20 muertos que fueron levantados en camionetas.
Ahí quedó tendido el cuerpo de Héctor Caro Quintero (sobrino de Lamberto y hermano de Rafael, el ex fundador del cártel de Guadalajara).
En las horas siguientes un nuevo tiroteo se produjo en el bulevar Leyva Solano, donde hubo varios heridos que uno de los grupos de sicarios se llevó, robando dos taxis que tenían su base en el sector. Ya en la noche, cuando de nuevo intentaron llevar el cuerpo de El Chito, al panteón, un nuevo enfrentamiento resultó, extraoficialmente, en la muerte de dos pistoleros.
En las semanas que siguieron, la ciudad quedó en la zozobra, mientras las autoridades evitaron el esclarecimiento de lo ocurrido y, de manera oficial, sólo admitieron un muerto y cuatro heridos. /Infobae.