Opinion

Aguilar y Vizcarra, su buró político

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Por Benjamín Bojórquez Olea 13 Mayo 2019

SOBRE El CAMINO

Un partido político es la locura de muchos, en beneficio de unos pocos. Un fenómeno que se ha visto multiplicado en los tiempos recientes es el cambio de personas en los partidos. En todo el país y desde la campaña presidencial en Sinaloa se veía venir una traición para desmantelar al mismo PRI y a Héctor Melesio Cuén Ojeda del PAS. Individuos que saltan de uno a otro y otro y otro partido con absoluto descaro. Aunque mucho habría que revisar en esta mutación simiesca. Porque hay de todo. Abunda la desvergüenza, escasean las razones. La tipología es inagotable. Para empezar, la categoría de militante prácticamente hace muchas décadas no existe. Aquél individuo que posee una ideología acorde con la de un partido, que cumple sus reglas, paga sus cuotas, evoluciona desde el piso con afanes y hechos meritorios, es una especie extinta. Hay quien afirma haber visto un ejemplar así, “rara avis”, allá por el sexenio de Lázaro Cárdenas. No existiendo militantes lo que abundan son sujetos interesados en una chamba, el dinero fácil, negocios, aterrizaje en corto tiempo en una pista de corrupción. “Corrupción rima con prostitución”. Por favor sin asustarse ni fruncir el ceño. Revise vidas, grupos, parentelas. Hay especímenes de todos los tamaños, estratos, oficios y condiciones. Para incursionar en ese mundo de la riqueza mal habida y sin esfuerzo, las aduanas o puentes son los partidos. Mal llamados partidos. Son aquelarres, sociedades para delinquir, traficar con plazas, puestos o negocios; obtener canonjías o concesiones. Las prerrogativas del INE a los partidos son sólo un filón. No el más jugoso. El acceso no está prohibido a nadie. Los hay de modesto origen con pretensiones gansteriles, lo mismo que tipos encumbrados y ricos con voracidad insaciable. Todos caben. Mejor aún si tienen antecedentes penales. No es requisito pero cómo ayuda. Estuvieron en el PRI en el periodo clásico, o por lo menos dicen serlo de la boca hacia afuera. Con el declive se treparon como sanguijuelas a los espacios morenistas, pintados de tinto, donde en esencia no se advirtió diferencia alguna. Mismos rostros, idénticos antifaces, cleptocracia de otro tono. Y allá van nubes inmensas de chapulines. Ahora el abordaje es en el navío de Morena y lo que está por venir. Lo miran embelesados como al “Titanic”. En Sinaloa el Aguilarismo y Vizcarrismo un día va a ser motivo de estudio sociológico, político y psicológico. Dejó legiones de ricos sin ideología ni pudor, pero eso sí con maravillosos modales de cinismo y servilismo. La cercanía de Jesús Aguilar Padilla y Jesús Vizcarra Calderón con Morena ha sido directamente proporcional a la bellaquería que caracterizó a personajes de la peor ralea. Esa etapa nefasta consumó la más imaginativa y desfachatada explotación de los partidos. En ninguno de los partidos políticos había militantes. Había, sí, legiones de siervos controlados por novísimos encomenderos que cumplían a cualquier precio la orden de conservar el poder. Las élites que controlaban y controlan aún a los partidos operan como una suerte de sucursal bancaria con fachada de mancebía. O al revés. Las cúpulas negocian cargos, periodos, candidatos, ayuntamientos, regidurías, gubernaturas. Y entonces, quienes están en un partido se pasan al otro, donde más calienta el sol, donde se avizora halagüeño el futuro. Como cuando se cierra un prostíbulo y se abre otro, con distinto nombre pero con las servidoras de siempre. Parece una exageración, pero no. Hay por ahí un caso en que todo esto es literal. Un día se habrá de comentar. Pero esos son cohetes de otro mayordomo. No habiendo militantes, mal se puede juzgar a quien deja un partido y al otro día está en otro. No existe convicción, compromiso o lealtad. La única lealtad visible es al dinero. Se publicita a sujetos sin moral, principios, preparación, ni pisca de honestidad, que se van de un partido a otro. Como si atrás de ellos fueran ejércitos de ciudadanos impolutos y ejemplares. No hay nada. Ídolos de tepalcate que pagan su propia “inflación” mediática. Y como todo es un juego entre iguales, hay personajes que les creen. Y hasta piensan que individuos así algo les suman. Este folclorismo complementa el paisaje. Pinceladas de baba y estiércol que hemos visto y vemos todos los días.

GOTA Y CHISPA:

Distintos y aislados son los casos de escisiones partidistas por discrepar o romper el férreo control de las cúpulas. El tiempo y las jugadas jurasicas han abandonado cascarones podridos que hoy están en el sitio exacto para desmantelar una Morena que ha perdido credibilidad local, eso permite una pausa política, ya que el ex - mandatario estatal del PRI, Jesús Aguilar Padilla y el ex candidato a la gubernatura en el 2010por el PRI,también ex - diputado federal y presidente municipal respectivamente por la misma plataforma política, Jesús Vizcarra Calderón, buscará a toda costa manipular la llamada “4ta. Transformación” y así poder quitarse de encima todo lo que huela a refundación de actores con retorica transformadora. En pocas palabras; Aguilar y Vizcarra le conviene un PRI débil para así diseminar a su alfil de extracción de izquierda y atar de manos a los que no están contaminados. Con esta pobreza partidaria que tenemos, es comprensible que el ánimo del ciudadano común no eleve el mercurio del termómetro social. Y como decía el Chapulín Colorado, “no contaban con mi astucia”. “Nos vemos Mañana”…