AMLO Y SU SOLIO
Por Benjamín Bojórquez Olea 15 Marzo 2019
SOBRE El CAMINO
La oportunidad de un balance de estos recientes años contemporáneos y de la “barbarie social” y corruptiva de anteriores gobiernos mexicanos nos ayuda a reflexionar acerca de un aspecto a menudo cuestionado: ¿Cuál es la concepción del poder y de la política? Ya desde que asumió en el “solio de Pedro” se han entrelazado versiones encontradas sobre este específico aspecto con frecuentes y peligrosas simplificaciones o fáciles reduccionismos a cerca del juego político de quienes nos representan y, sobre todo del nuevo tlatoani mexicano. Por ello, en un tiempo de construcción de noticias falsas, distorsiones mediáticas y políticas, para exiliar todo lo que huela a oposición, es útil dejar hablar al protagonista de nuestras reflexiones. Es ejemplar en la “homilía” del solemne inicio, se expone una concepción del servicio: “Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio, y que también el nuevo tlatoani de la nueva “Cuba que es México” quiere ejercer el poder sensible y absoluto, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz; debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe, de san José y, como él, abrir los brazos para custodiar a todo el Pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la nación, especialmente a los más pobres, los más débiles, los más pequeños, pero no es la manera correcta para combatir este mal que a mi criterio es fomentar lo que el pueblo quiere escuchar…” Y más recientemente, dirigiéndose a los católicos mexicanos con responsabilidad política, reflexionaba: La política es ante todo servicio, no es sierva de ambiciones individuales, de prepotencia, de facciones o de centro de intereses. Como servicio, no es tampoco patrona, que pretende regir todas las dimensiones de la vida de las personas, incluso recayendo en formas de autocracia y totalitarismo. En esta perspectiva, Andrés Manuel López Obrador, si considera el poder como un espacio para afirmarse, para ganar, para mantenerse en él. Verdaderamente como Jesús responde a Pilatos: “Mi reino no es de este mundo”. ¿O no señor presidente? El poder, y con ello la política, no hay que concebirlo con categorías mundanas. Es más, para López Obrador, la política es vista como “el más alto servicio de la caridad y así poder manipular la realidad aprovechándose de la desgracia social para romper los propios prejuicios y voluntades, siendo esto, egoísmo y dictadura perfecta”, retomando una expresión de San Pablo VI. Política, es bueno especificarlo, como construcción del bien común; una concepción alta, diría noble de la política, nunca una política partidista o acomodada con justificaciones digclerarias. Sería bueno volver a releer los discursos en las Jornadas políticas desde que se inició López Obrador como priísta y no como movimiento y, en efecto convertir ese museo de Los Pinos en una reliquia prehispánica, ya que en aquel tiempo se distinguía el arte del político como “mediador” que se gasta para los otros y no como mero intermediario, presionado por intereses corporativos. Otro elemento de crítica generalizada es el recurrente “cortoplacismo” de los políticos mexicanos y el desgastante “internismo” de las diferentes formaciones políticas.
GOTA Y CHISPA:
Andrés Manuel López Obrador si verdaderamente “ama” la política y a México debe de ser capaz de poner en práctica desde el panteón donde se encuentran los restos deBenito Pablo Juárez García su fuerza de acción y transformación en los pobres de una manera más tecnificada y no en los descartados de la sociedad actual, que al cual ve un revanchismo y odio que va más allá del lejano oriente. De hecho la política tiene incidencia solo si aporta al país los beneficios que favorezcan y equilibren las desigualdades pero con orden y una planificación previa y técnica, y no para maquillar el propio egotismo político o el deseo de instrumentalizar e ideologizar a los pobres. “Analícenlo xfa”. “Nos vemos el Lunes”…