Opinion

¿Dónde está el cambio?

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Por Benjamín Bojórquez Olea 27 Mayo 2019

SOBRE El CAMINO

Toda evolución o revolución son palabras. La misma formación del mundo está hecha sobre las palabras. Primero fue el verbo, dice “La Biblia” y luego, hágase la luz, aunque muchas veces las palabras son el mejor ambiente para proyectar oscuridad. Estamos en un tiempo político nuevo y a quien no le guste, el aeropuerto con toda y esa contaminación está abierto. Quien no sea capaz de aceptarlo, le recomiendo que, como penitencia, todos los días vea a las siete de la mañana y a las siete de la tarde la intervención y sin oposición los incongruentes discursos del señor presidente. Aun así, la razón de un variable pueblo radical le asiste debido a sus ilustrísimas intervenciones ante crisis e ineptitud del gobierno federal para resolver tantos temas de interés colectivo. Quien nos viera desde fuera diría que estamos siendo un país digno de Noam Chomsky, para quien, al igual que la cuarta transformación, el lenguaje lo es todo. La memoria, esa ingrata y terrible compañera, pero a la vez tan necesaria, puede proyectarnos como marcianos y jugarnos una mala pasada. Sin darnos cuenta nos puede trasladar a los primeros meses del año 2001, desde luego antes del parte-aguas y nacimiento del nuevo mundo surgido después del 11 de septiembre. ¿Por qué digo esto? Porque recuerdo muy bien la explosión de ilusión, crucifijo incluido, de la toma de protesta del presidente Fox y el júbilo del pueblo. Aquel día no solamente parecía que íbamos a acabar con la hipocresía de ser ateos por las tardes y fervientes católicos por las noches, sino que sacar al PRI de Los Pinos iba a ser como si fuera una película de Walt Disney, un fin de ensueño. Entonces no fue el abrazo al crucifijo, sino simplemente la llegada del hombre sin complejos. Entonces se creyó, gracias a una cultura mercadológica, que el ser hijo de la universidad de “Coca Cola”, sería suficiente para que el país fuera mejor y que las malas mañas y el robo desaparecerían. También recuerdo con claridad cómo la que entonces era directora de Comunicación Social del gobierno federal, y luego señora de Fox en los primeros meses, puso de moda sacar a pasear al presidente cada quince días y dar conferencias de prensa. Dos meses más tarde el modelo estaba completamente quemado. Ahora no es el mismo caso, ya que ni estamos hechos de lo mismo ni venimos de lo mismo. No es lo mismo las minas y el petróleo de Tabasco y los indígenas, que la universidad del “marketingde Coca Cola”, pero sí encuentro algunos elementos sobre los que respetuosamente quiero llamar la atención para evitar que pase lo que pasó. Los primeros meses del gran cambio de Fox fueron dialéctica, viajes y signos incomprensibles. Los primeros meses de López Obrador no son viajes o por lo menos ningún viaje que no sea por una emergencia en vuelos nacionales, o bien utilizar distractores para viajes con frecuencia. En pocas palabras, el gobierno de la cuarta transformación y su presidente deben tener –en mi opinión– claro conocimiento de que deben evitar que la dialéctica sustituya a los hechos. No puede ser un gobierno de palabras, sobre todo cuando la realidad diaria se confronta en un grave divorcio entre el México que les gustaría gobernar y el que tienen. La violencia mexicana está alcanzando hitos de relevancia mundial. Haberlo heredado o ser una consecuencia de dos sexenios equivocados no exime del hecho del horror que significa la forma de vida que estamos teniendo. Para empezar por poderla perder en una esquina por cualquier estupidez. Para continuar, porque el Estado, aunque parezca increíble, no ha sido capaz de empezar a revertir la situación que impera a diario.

GOTA Y CHISPA:

El gobierno del señor de palacio nacional no está supeditado a vivir de discursos y pasados, debe apretar el botón de la unidad y trabajar con sus miembros del gabinete de seguridad, e implementar estrategias importantes, ya que las palabras son necesarias pero tienen sus límites, los cuales ya hemos alcanzado. El cadáver de un niño de un año con un tiro atravesándole la carótida es un cadáver que nos afecta a todos. Ha habido otros niños y habrá más, pero ante lo que está pasando es necesario instaurar un sistema donde la realidad sea compatible con la declaración y principios que se pregonan. Y donde al final ambas sean capaces de cambiar la realidad tan atormentante que nos rodea. ¿Cuánto tiempo más tendremos que soportar esta incertidumbre diaria de que puede ser hoy o puede ser mañana? ¿Acaso en los primeros seis meses de gobierno de Andrés Manuel no sea posible exigir resultados? Más pronto que tarde habrá que tomar la decisión de cuánta violencia el Estado de la cuarta transformación está dispuesto a ejercer contra los violentos que quieren destruir a todos los Méxicos existentes. Habrá que replantearse esta brutalidad que existe de no diferenciar entre padres, madres ni hijos al matarnos entre nosotros. Porque hay que reconocer que matanzas como la de Minatitlán son, por lo menos, tan terribles y crueles como la de los hutus, en Ruanda. “Nos vemos Mañana”…