Educación superior con política, más sin enredos políticos
Por Ricardo Fuentes Lecuona 13 Marzo 2023
Resultaría un error diagnosticar la presencia de la política en la educación superior como inherentemente dañina, sino al contrario
Así las cosas… La preparación profesional, el activismo, la investigación, y el desarrollo de las ideas ven en la academia un lugar de acopio e introspección desde que dichas instituciones se constituyeron.
Las comunidades universitarias siempre han sido un eje fundamental del desarrollo humano, social y político del estado y de la nación. A partir de esta realidad, la relación de la academia con la política (y los políticos) debe siempre mantenerse abierta, cordial, y prudente.
Resultaría un error diagnosticar la presencia de la política en la educación superior como inherentemente dañina, sino al contrario; una academia despolitizada es un estéril desperdicio del potencial humano de su comunidad, que difícilmente conseguiría su encargo de preparar y construir un mejor futuro.
La política, tanto como un eje del activismo, un ángulo de estudio, o como una ciencia en sí, es indudablemente una manifestación del deseo humano de entender, canalizar e influir en la toma de decisiones que involucran al colectivo. La educación superior en Sinaloa no carece de política, sin atisbo de duda. De hecho, ha de recordarse que ese mismo fervor político ha sido, por generaciones, la base y el orgullo de las instituciones que hoy en día portan nombres como el del General Rafael Buelna Tenorio, o el Ministro Eustaquio Buelna Pérez.
La educación superior en Sinaloa, a partir de su historia y su naturaleza, siempre ha contado con una cuantía saludable de politización. Presento una esencial exégesis: no es lo mismo decir que una institución se encuentra politizada a decir que una institución se encuentra enredada en la política.
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La academia necesita de la política, pero para ello ha de caminar una cuerda floja debajo de la cual radica un oscuro abismo de intereses y agendas personales. He aquí el impasse de la academia en Sinaloa, cuya subversión a partir de aquellos intereses personales, y sus subsecuentes enredos políticos, han sido el secreto peor guardado en el estado.
La realidad actual de nuestras instituciones de educación superior suprime la voluntad política y la trastorna a favor de grupos de poder fáctico y sus agendas. Ante la presente crisis entre el gobierno, la academia, los partidos políticos y la sociedad en torno a la educación superior, no debemos olvidar que suprimir la política en dichas instituciones es dañino y contraproducente, pero tampoco debemos permitir que los enredos políticos continúen dañando el potencial humano de las comunidades universitarias.
El intento de purgar a la academia de las prácticas parasitarias de ciertos entes políticos resulta imprescindible, sin embargo, la cura no puede ser más veneno. Si la intención verdaderamente es rescatar el potencial humano de la educación superior sinaloense, la solución no puede incluir más enredos e intereses personales.
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