El futuro dirá si llegó la hora de que las compuertas políticas en Sinaloa se abran, o si ese aprendizaje perspicaz permitirá más solvencia “humana” del propio gobernador sinaloense, Quirino Ordaz Coppel. Habrá que ver si el propio discurso continúa, o si esa ola mediática de personajes instruidos por una oposición son caducados o solo son enviados de la cinta cinematográfica de Hollywood “Jurasic park”. La observación es pertinente, porque a nadie se le escapa que esta cinta política de Sinaloa tiene ingredientes diplomáticos, o está supeditada a que los decibeles políticos de distintas coyunturas recibirán esa bendición, entendiendo pues que la real fuerza de Quirino Ordaz Coppel es sin duda su valentía, sencillez y esa mano izquierda que lo ha llevado a escalar poco a poco esa montaña del “Everest” sin frio y a paso firme. Pero más allá de preferencias, lo cierto es que desde el punto de vista de la lógica del poder el ejecutivo del tercer piso hoy en día no tiene presente una campaña electoral en la que se juega precisamente los destinos futuros de Sinaloa. Si alguien esperaba ver al gobernador a la defensiva, acorralado y agobiado por las culpas de otros, se equivocaron de palmo a palmo. Si el objetivo de todo discurso y don de mando es no dejar abierto ningún resquicio que pueda ser aprovechado por el adversario, este objetivo hasta hoy se ha cumplido con creces. Y tan bien parece haberse cumplido que por esa herida sangraron la mayoría de los dirigentes de la oposición, marcando desde ahorita, que el propio interés de Quirino Ordaz Coppel es cambiarle el rostro a Sinaloa, ponderando y sin distingos de colores, una sociedad más abierta, más ortodoxa pero también más participativa. Esa expresión política ha permitido que esa elevadura no se contagie y se direccione bajo una consulta justa, lo que significa que las luchas sociales tengan acceso y rompan esos discursos cargados de buenas intenciones. Prestemos atención a otros detalles. El gobierno de Quirino Ordaz Coppel ha establecido mecanismos itinerantes, sobre todo, programas sociales que se embalsaman a las necesidades de esa sociedad olvidada y cansada que no forma parte de esa estructura social de los que se dicen llamar “Clase política”, pero en sí, ha sido una base medular y facilitadora que no se corregía con dadivas y clientelismo, sino desarrollando un conjunto de iniciativas que el mismo Gobernador, Quirino Ordaz Coppel, se ocupa de nombrar logros de gestión: más hospitales, mejorar la educación, explotar el turismo, incentivar el sector pesquero, mejorar la calidad en el transporte público, mejorar la seguridad pública, activar e invertir en personas con discapacidad, con darles herramientas y centros de atención para una mejor calidad de vida, y con ello derribar esos caminos de terracerías, formando a Sinaloa como un Estado de mejoría en materia de infraestructura y competitividad en los mercados dentro y fuera del país, permitiendo un desarrollo de alturas de miras. A medida que Quirino avanza en su discurso las minorías se enfurecen. Si los enojos suelen ser un síntoma de debilidad, las iras desatadas parecen confirmarlo en toda la línea. ¿Quién defiende al pueblo y quién no lo defiende? Difícil responder a ese interrogante, pero por lo pronto, lo que los opositores deberían de aprender de una buena vez es, que el gobierno humano de Quirino es una clara apuesta a disputar persona a persona, barrio por barrio, villa por villa, y ese voto de confianza de las clases populares. Y eso lo va disputar con las buenas intenciones, pero sobre todo con obras dirigidas a esa clase social que ya es atendida. En todos los casos, la “verdad” de la política se revelará dentro de dos años en las urnas. Más allá de consideraciones políticas y electorales, admitamos que un discurso es importante, pero no decide la partida política y mucho menos la lucha por el poder. En efecto, el Gobernador Quirino ha cumplido con el objetivo que se ha propuesto: marcó la cancha, definió con singular habilidad quiénes están de un lado y quiénes están del otro. Cada una de las palabras de Quirino se define, reivindicar una sociedad y un estado abierto al mundo civilizado es, hasta para el observador más distraído, una mojada de oreja a quienes pregonan el aislamiento o las alianzas con dictaduras y despotismos. Insistir con la declaración de extinción de dominio y conminar a que todos y cada uno digan de qué lado están, apunta en la misma línea. Insistir en que la lucha contra la corrupción será implacable, y destacar que a la hora de la justicia no habrá privilegios para nadie, es quizás uno de los momentos más logrados del discurso y, al mismo tiempo, el instante en que se traza la línea decisiva que separa a unos y otros.
GOTA Y CHISPA:
El aprendizaje de Quirino en política ha sido sustancial, pero lejos de eso, ya se sabe que ese oficio sólo se aprende ejerciendo la investidura. En los trajines del poder siempre hay un inevitable toque de melancolía. Finalmente Quirino aprendió a ser gobernador con ese toque humano. El futuro dirá si llegó la hora de afianzarse más o si ese aprendizaje le permitirá ejercer con más solvencia su pretendido mandato, pretensión que deberá convalidar. A Quirino Ordaz Coppel se lo ve bien: sus ojos, su sonrisa, el tono de su voz, son expresiones de un hombre que está bien plantado en la vida y en la política. Pero en su rostro más que el paso de los años lo que se registra es el paso del poder que ha sabido delegar. Quirino lo sabrá o no, pero el poder deja sus marcas. No son llagas, no son cicatrices; son heridas de otro tipo, heridas que calan más hondo, que no cicatrizan de un día para el otro. Por eso QuirinoOrdaz Coppel no vino al tercer piso a jugar a la “conea”, sino todo lo contrario, hemos observado que su conducta y preparación son base de gestión y convencimiento de la misma, arribando a la cancha del pueblo y no a esa clase de preponderantes vasallos de la cultura intelectual. “Digo”. “Nos vemos Mañana”…