EL GATO Y EL RATÓN
Por Benjamín Bojórquez Olea 04 Julio 2019
SOBRE EL CAMINO
En una casa grande y vieja vivía Morena, quien a diario asomaba la cabeza fuera de su agujero para ver si podía conseguir un poco de comida. En cuanto parecía que el lugar estaba seguro, salía corriendo pegado a la pared, pues Jesús Estrada Ferreiro podría atraparlo. Algunas veces Morena se había encontrado a Estrada Ferreiro. Al verlo, Morena trataba de huir tirando al piso lo que había conseguido. El micifuz le ponía una pata para hacer que se desviara, luego lo alcanzaba y volvía a hacer lo mismo hasta que se cansaba. Parecía que le divertía hacer eso mientras que Morena lleno de miedo corría hasta llegar a su agujero y sin ninguna oportunidad de resiliencia. Un día en que había pasado casi media semana sin comer, a Ferreiro le reclamaba su estómago a chillidos por estar vacío. El sufrimiento de Morena se hizo más grande cuando una noche le llegó un sabroso olor que le hizo enloquecer: Era queso y hueso, su alimento favorito. Sacudió la cabeza y se echó en la cama para tratar de no pensar en ello, pero el aroma que había en el Ayto lo hacía imaginar la suave textura y el cremoso sabor del poder aldeano y ególatra de Ferreiro. Se levantó y se fue al jardín de los acusados. En una banca de los pasillos del Ayuntamiento tomó asiento y volteó al cielo donde encontró la luna llena. Le pareció una enorme pieza de queso y hueso obsoleto y de forma pragmática se alistó para dar la mordida. Creyó estar perdiendo la razón, así que regresó a su agujero a acostarse otra vez y al voltear hacia afuera vio la cara de su depredador que tenía la mirada fija, las patas juntas y la cola moviéndose en un siniestro vaivén. En ese momento decidió no darse por vencido y pensar en algo para disfrutar de lo que tanto se le antojaba. En su mente visualizó cómo estaban los muebles de la sala de operaciones políticas y así trazó una ruta que le pareció seguro. Al día siguiente echó a andar el plan político a las cinco de la tarde, hora en que Ferreiro tomaba una larga y acotada siesta. Se asomó para comprobar que el lugar estuviera seguro, salió y sin problemas llegó al escritorio, luego a la mesa de los asesores. Esperó. En un rápido movimiento llegó a la puerta de la cocina del Ayto y de ahí a la estufa en donde se cocinan los enroques. Con mucho cuidado llegó a la alacena, mueble que alojaba su sueño guajiro: “Ser Gobernador”. Por el costado cercano a la pared Morena subió con mucho esfuerzo hasta alcanzar lo que era su oro blanco. Todavía jadeando se acercó, con una sonrisa cerró los ojos, lo olió y lo acarició con suavidad al oriundo de Culiacancito. Cortó un buen pedazo de hueso y bajó para hacer el recorrido de regreso. Saliendo del Ayto miró a un lado y al otro. Todo parecía apacible, sólo el tictac del reloj de la catedral y el ruido de los autos de la calle Álvaro Obregón podía oírse. Corrió al revistero, esperó un momento, salió y alcanzó al chofer de Ferreiro y huyó del lugar. Todo bien. Al llegar al punto álgido, Morena dejó su carga en el suelo para comprobar si andaba cerca. Sin novedad. Tomó su pedazo de hueso y salió a toda velocidad con dirección al agujero. Se iba acercando más y más, su cara pintó una expresión de derrota, pues estaba por diluir y comerse a Morena. Ya tenía la entrada de su casa a solo unos pasos cuando de pronto apareció frente a él la pata de Ferreiro. Todo su gozo se hizo frustración. La sonrisa se borró, las orejas se le bajaron, sus ojos se vidriaron y una lágrima le rodó por la mejilla. De pronto, toda su congoja se convirtió en ira y aventando el trozo de hueso volteó a ver a Ferreiro para decirle cara a cara: ─ ¿Sabes qué? Estoy harto de que me persigas, pero ya no te daré el gusto de que me veas asustado, así que no huiré, me quedaré aquí para que hagas lo que tengas que hacer. Ferreiro se sorprendió, no esperaba esa reacción y desconcertado lo miró con un ojo, luego con el otro y finalmente le contestó: ─Está bien, si eso es lo que quieres.
GOTA Y CHISPA:
Jesús Estrada Ferreiro levantó una pata de forma amenazadora, Morena cerró sus ojos sintiendo que el final estaba cerca, la garra descendió con músculo y rapidez hacia el vientre desgastado del pequeño que resignado esperaba su suerte, sin embargo, de repente escuchó. ─ ¡Kiri, kiri! Tiene mucha risa, tiene muchísima risa ¡Kiri kiri! En lugar de lastimarlo, Jesús Estrada Ferreiro le hizo tantas cosquillas a Morena, que se retorcía carcajeándose. Después de reír tanto los dos quedaron exhaustos y tirados en el suelo.Morena tomó el hueso y decidió ya no compartirlo con Estrada Ferreiro. Finalmente se dividieron tomando caminos totalmente diferentes. Desde ese día los dos se eliminaron de sus contactos de amigos, ya no jugarían ni mucho menos bromearían ni correrían ni tampoco comerían juntos como lo hacían a casi a diario y así vivirían apartados ante una aventura en esa casa grande y vieja, cambiando la historia de la caricatura animada: “Tom y Jerry”. “Nos vemos Mañana”…