En el renglón de la comunicación no están saliendo bien las cosas en el gobierno federal. Y es una paradoja: estamos con un presidente que es un genio de la comunicación. Se ha vuelto común el titubeo, la imprecisión en hechos, cifras, nombres. Y las rectificaciones. Incluso disculpas. Todo esto no es negativo…hasta cierto límite. El día de ayer comentábamos algo al respecto en un desayuno con un colega y amigo, Javier Ramírez, del noticiero “De última hora”. Pues bien, cuando ocurre excepcionalmente se admite como falla humana. Es absurdo ver como infalible a un gobernante. Pero cuando esto se repite constantemente, esto toma otras dimensiones. El presidente, ya se ha dicho, es un “ENCANTADOR DE SERPIENTES”. Pero su potencial es en escenarios masivos, donde abundan los simpatizantes, el riesgo de discrepancia es menor y se llega a la multitud por la vía de las emociones. Ese tipo de escenarios los tiene dominados como nadie. Pero la práctica que se ha impuesto vía las conferencias de prensa matutinas es sumamente desgastante. Y se resiste a rectificar a pesar de opiniones sensatas y razones en contra. Con un agravante: han dejado de ser encuentros con periodistas y se han convertido en escenarios para litigar sobre todos los temas y con toda clase de asistentes. Ese es un ejercicio viciado ya, aparte de descontrolado, riesgoso y en vías de devaluación. De ahí brotan anuncios, temas, compromisos llamativos e incluso atractivos. Pero bajo ese formato, por más que se trate de la figura presidencial, no se pueden generar notas de “ocho columnas” de primerísima importancia todos los días. Y entonces, o se agota o empobrece el temario o se devalúa el peso o impacto del emisor. No ha sucedido porque el soporte de popularidad es aún notable. Pero eso compite con la realidad y las percepciones de los actos de gobierno. Y el saldo no puede ser infinitamente exitoso. Los médicos suelen decir: órgano que no se usa, se atrofia; órgano que se sobre usa, se hipertrofia. Aquí hay una sobre exposición del presidente. Innecesaria y políticamente negativa. Bien que capitalice los reflectores y de cara a la sociedad afronte o resuelva temas importantes o controvertidos. Pero eso tiene un riesgo. Y si es a diario, el riesgo se multiplica. Y en la opinión pública puede generar el efecto bumerang. Que el impacto negativo de algo regrese y golpee severamente a la fuente original. Las alternativas son elementales: espaciar las conferencias, planearlas con mayor rigor y compartir el peso multitemático con el gabinete. O con las figuras con mayor experiencia comunicacional del gabinete. En el lenguaje colonial se diría “repartir el juego”. Aligerar la carga, para que las reacciones adversas también sean compartidas. Pero hay otro flanco importantísimo que se ha dejado de lado: explicar lo que se hace. Pero esto requiere un enorme sentido didáctico, imaginativo y de contraste. Esto último es de suma importancia y no se hace. Y no se hace a pesar del gran impacto comunicativo de la figura presidencial y del aparato casi generoso de que dispone. Por contraste nos referimos a una necesaria explicación, casi con peras y manzanas, que le deje claro a la gente cómo estaban las cosas, qué es lo podrido o corrupto que se quitó y con qué se le sustituye ahora o en el corto plazo. Y en cada tema, utilizar una narrativa cruda y palmaria que muestre toda la inmundicia: “aviadores”, “investigadores turistas”, cadenas de corrupción, complicidades, contratos y concesiones amañados a parientes y amigos, etc. Y de todo esto, decir quién será o es sancionado. Pero por encima de todo, responderle a las preguntas o esperanzas de la gente con hechos, ya no con palabras. El verbo obra prodigios, pero eso no alimenta la esperanza de la gente.
GOTA Y CHISPA:
Tiene el presidente López Obrador, en este asunto relativo a los medios, un flanco importante que tampoco ha capitalizado. Ni él ni su equipo de comunicación. El que exista un número importante de críticos, particularmente en la prensa, radio, televisión y redes sociales, es una prenda democrática de altísimo relieve. Ya se ha evidenciado qué hay detrás de muchos de esos personajes que se “venden” como impolutos jueces de la verdad pública, pero por encima de esa muy discutible autoridad ética, existen, están en ejercicio. Y en muchos casos, la reacción del poder, del gobernante, debiera ir más allá de la natural tolerancia. El pleno respeto a la libertad de opinión, a la crítica, a la discrepancia frontal, es por sí una prenda democrática que abona bien a su gobierno. Pero en la relación diaria hay casos que debieran merecer una atención, una respuesta, información que equilibre un juicio, o que complemente un enfoque incompleto o parcial. Ahí no se ve el trabajo de su equipo de comunicación. Y el presidente no puede hacerlo todo, por más omnipresente y omnisapiente que pretenda. Hay otros muchos que se mantendrán en una oposición radical por siempre. Es entendible también. Muchos son adversarios de corte ideológico que siempre irán a misa de doce. Ahí no tendrá fruto un predicador afanoso, siempre será terreno de incrédulos. Respetables también. Tendrá que haber alguien con la suficiente autoridad moral, profesional y política, que capte la atención del presidente y consiga persuadirlo de reflexionar a fondo sobre todo esto que tanta importancia tiene, y que se actúe en consecuencia. ¿Y usted qué opina? “Nos vemos Mañana”…