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Por Jaime González 25 Marzo 2020

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Nunca como antes, a México y al mundo, la emergencia ha puesto a prueba a quienes nos gobiernan para tomar decisiones correctas ante los graves riesgos a que estamos expuestos. La que corresponde tomar ahora, es la más difícil que han vivido las últimas generaciones.
En un período de tres meses, la pandemia del coronavirus ha cambiado la vida de millones de personas y la marcha en la economía mundial.
Ya todos sabemos, la epidemia surgió en China en diciembre de 2019. Hubo alertas tempranas por la posibilidad de su expansión, pero pocos gobiernos tomaron prevenciones. El propio gobierno chino al principio desestimó el riesgo.
Cuando la epidemia creció, adoptó acciones muy severas que han logrado frenar los contagios y las muertes. Pero, como era de esperarse en un mundo de comercio y tránsito de personas a escala global, el virus invadió pronto a muchos otros países.
Europa registra contagios crecientes; Italia y España están sufriendo los mayores estragos. Estados Unidos, aún con toda su soberbia, ya está en situación crítica, y el resto de América, incluido México, ya está sacudido por el coronavirus.
Es muy difícil enfrentar esta pandemia, principalmente porque el virus era desconocido y no hay todavía medicamentos para curarlo, mucho menos vacunas. Pero ya hay una lección clara: los gobiernos que han actuado con rapidez y firmeza, basados en el conocimiento científico, han frenado la propagación de la enfermedad; los que la han subestimado y se han tardado en reaccionar, están sufriendo consecuencias muy graves.
La Organización Mundial de la Salud recomienda medidas de higiene, distancia social, aislamiento de los enfermos y “pruebas y más pruebas” para detectar a las personas infectadas.
Sin embargo, no aplicar esas pruebas en gran escala implica que estarán deambulando muchas personas portadoras del virus que, sin saberlo, contagiarán a otras. Eso se traducirá, en algún momento, en un incremento exponencial de enfermos y fallecidos.
Combatir a fondo y pronto la propagación del coronavirus es muy costosa. No hacerlo puede costar más.


Los gobiernos enfrentan problemas como limitar el traslado internacional de personas y mercancías, ya que daña gravemente a la economía y al empleo; no hacerlo puede costar muchas vidas. Lo mismo sucede con imponer o no medidas de aislamiento dentro de los países.
Como mexicano, espero que las decisiones que se tomen, sean las correctas. No podemos, ante la pandemia, convertirnos en “expertos” y andar propalando soluciones.
Dejemos a los verdaderos expertos que cumplan con su labor.
Ahora más que nunca, se requiere la unión entre los mexicanos.
Ayudemos a quien lo necesita.
Quedémonos en casa para evitar contagios.

Confiemos en nosotros mismos.

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