“FERREIRO NO CAMBIARÁ”. CARLOS GANDARILLA GARCÍA: ¿DEBUT Y DESPEDIDA?
Por Benjamín Bojórquez Olea 09 Octubre 2018
Sobre el camino...
Mucho se ha especulado sobre el embate verborreico del presidente electo Jesús Estrada Ferreiro con la compleja realidad política, social y económica de Sinaloa durante este frenético periodo de transición. También se han señalado las contradicciones que se asoman al aterrizar un discurso habitualmente entonado en permanente tono de campaña, cuando esta ya terminó el primero de julio; se conduce aún como un aspirante retórico al poder, cuando al contrario debe de cambiar su discurso y conducta por uno más sensato y realista anclado por el peso de quien lo consigue. Esto se ha reflejado al retractarse de promesas imposibles, o en otros casos al adelantar justificaciones (el estado está en bancarrota por la mafia del poder), todo con el propósito de modular las gigantescas expectativas sustentadas en el deseo colectivo por un cambio, mezclado con el tamaño de la promesa de ser él conducto y guía para lograrlo. Habrá que decirle a Estrada Ferreiro que no es la pieza adecuada para hacerlo, ni su retórica agresiva es la correcta, que la verdad radica en sumar voluntades, no restar, Estrada se conduce como dueño de la verdad absoluta, cuando lo que debe hacer es lo contrario, es decir, concretar realidades opuestas, para que de ahí parta la credibilidad y gobernabilidad del municipio más importante y complicado de gobernar del estado sinaloense. Las intenciones de Morena, como la de cualquier otro partido no son malas, que se acabe con la corrupción, que la sangre pare de correr, que haya paz y de consuelo; que la brecha de desigualdad social se reduzca, que seamos felices, que acabemos con los ricos empresarios de este país; cuando la cosa es al revés según diría el gran Cantinflas. Es un error querer acabar con los ricos, hay que acabar pero con los pobres que son millones en México. Las expectativas no son malas, ni tampoco indeseables, son necesarias. Son ellas las que nos ofrecen un norte moral, emocional y un sentido de orientación de aquel lugar al que queremos llegar, o por lo menos el camino que nos pone en esa dirección. El problema con estas expectativas desmedidas, es que dan pie a una probable disonancia cognitiva, o peor, a un fracaso anticipado del que se dice llamar el “mesías de Culiacancito”. El peligro es generar un corto circuito entre la promesa explícita o implícita, (acabar con la corrupción, instaurar la dignidad), con los compromisos, pactos, las agendas y acuerdos necesarios para administrar un municipio ortodoxo, y las emociones que produce nuestro anhelo compartido de lo ideal, de lo que podría ser, de lo que quisiéramos que fuera. Deseamos cambios radicales que parten del hartazgo y el enojo, pero demandamos al mismo tiempo prudencia y conocimiento del nuevo mandatario local. Queremos que el nuevo gobierno asuma nuestras preocupaciones y resuelva los problemas más urgentes, y olvidamos que estos son tan relativos y diversos como lo somos más de 1 millón de habitantes que habitamos en esta capital de los Once Ríos. En este sentido, este periodo de transición quizá deba servir también como un tiempo prestado de reflexión para definir qué vamos a exigir y cómo lo vamos a exigir. De mesurar y aterrizar esas demandas tomando en cuenta no solo nuestras expectativas, sino también el rumbo más responsable y factible, asumiendo que la democracia no es un paseo gratis y que un mayor bienestar para todos, se logra entre todos y por todos. Nos haría bastante bien a todos recordar al filósofo hispano-romano Lucio Anneo Séneca, quien sentenció hace casi dos mil años, “qualis vita”, talis oratio (que tu vida sea como tu discurso). La transición debería ser aplicable para todos los que exigimos o castigamos con el voto y la consigna, para convertirlo además en participación, denuncia y responsabilidad cívica. Que la expectativa de cambio aplique para nosotros mismos como sociedad y se transforme así en verdad y juicio de todos. ¿A poco no?
GOTITAS DE AGUA:
La conducción del congreso local requiere de objetividad, congruencia, permanencia, apego a las leyes y participación ciudadana responsable de las y los sinaloenses, además la estabilidad es una combinación de certidumbre y debate en un solo proyecto, que implica respeto por el resto de los poderes, porque no debe perder de vista Morena, que en Sinaloa para caminar bien ocupa también al ejecutivo del estado, quien hasta ahorita les ha mostrado respeto, cortesía y tolerancia política. “el bienestar, la unidad, el criterio y bien común por el que fueron elegidos obliga a todo mundo a respetarse”. Por ello es importante que Morena y sus diputados dejen atrás ese látigo desmedido que traen, se bajen del ladrillo y entiendan que su responsabilidad y pasificación del estado depende de su conducta y de la legislación responsable que realicen. Si esta actitud de la “cuarta transformación” no cambia de ya o salen con alguna argucia como siempre, la izquierda realmente se convertirá en un hito, si no, será una promesa más de esas que ya no se cumplirán tras una inédita elección del pasado 1 de julio. “Al tiempo”.
UNA CHISPITA MÁS:
El poder se aprovecha, o bien, quedó grande el paquete de un joven personaje que tuvo la oportunidad de oro de crecer, ya que la estrella coyuntural era su momento y principal arma para destacar en la política. Carlos Gandarilla García, actual líder del PRI estatal en Sinaloa y próximo a salir de dicha posición fue rebasado por una mujer que lo superó por distintos factores, experiencia y esa mano izquierda para colocarse en esa tesitura y pensamiento político, al cual lo único que necesitaba la actual diputada federal por la vía plurinominal, Erika Sánchez Martínez, era que el Comité Ejecutivo Nacional del PRI necesitara una persona que cumpliera con esas características de género, edad de menos de 35 años etc… En el caso del líder del PRI, Carlos Gandarilla García, se equivocó cuando le ofrecían la Pluri número 4, al cual no aceptó debido a que se le hacía muy chiquito ese ofrecimiento político, en pocas palabras, jamás pensó y confió en su trabajo operativo y político que hizo en todo el esqueleto de los 18 municipios del estado, sin duda no entendió que, “el que es mandado, no es juzgado”. “Nos vemos Mañana”…