Gracias al INE, López Obrador es Presidente..
Por Benjamín Bojórquez Olea 09 Noviembre 2022
Sobre el camino
A lo largo de los últimos años me he ido convenciendo de que
los mexicanos sí somos demócratas, sí existimos, pero sólo aparecemos cada
vez que hay elecciones, especialmente presidenciales o
de gobernador. El resto del tiempo dejamos que algunos políticos, los
columnistas y quizás algunas organizaciones civiles se encarguen de la "voz" de
la ciudadanía. No participamos lo que deberíamos. Quizás porque hemos aprendido
que los políticos tienen la piel muy gruesa, de hule impenetrable, de modo que
ni las manifestaciones por las calles ni la evidencia de escándalos
inconfesables que en cualquier parte del mundo serían motivos de
renuncia y de persecución judicial, los hacen cambiar de
opinión, de conmoverse, de revisar sus formas de actuar. Los políticos están
solamente en lo suyo, y los ciudadanos nos resignamos a que la política no es
para los ciudadanos comunes, que es su monopolio, y que mientras no
lleguen las próximas elecciones no hay mucho qué hacer.
Fue a raíz de la elección
intermedia de 1997 cuando, con un nuevo IFE ciudadanizado e
independiente del Presidente, aprendimos que sí era posible cambiar los
gobiernos. Ese año el PRI perdió su mayoría legislativa por
primera vez, a raíz de la crisis de 1994 y sus secuelas, y por
primera vez tuvo que negociar con la oposición para sacar sus
proyectos adelante. Comenzamos a tener un cierto equilibrio de poderes.
El siguiente "cobro de
factura" fue en 2000, cuando la gente, le cobramos
al PRI los setenta años de hegemonía, sus corruptelas y sus
agravios. Salimos a las urnas y echamos al PRI de Los Pinos.
Fue entonces cuando nos convencimos de que las elecciones sí
funcionaban para quitar a los gobiernos que no nos satisfacían. La
confianza fue llegando, a veces con lentitud, a elecciones para gobernador.
Pero con el tiempo se fue afianzando.
Las reformas
electorales subsecuentes han ido moldeándose a una nueva realidad. Las
diversas fuerzas políticas han intentado llevar agua para su molino, pero
gracias a la pluralidad, se ha logrado un sistema creíble, que goza de la
confianza de la gente, y que ha permitido transitar de manera pacífica por
episodios complejos en la transmisión del poder. Esas reformas han llevado
a que el actual INE sea un baluarte de nuestra democracia.
Sólo así se ha podido reforzar nuestra confianza en las elecciones como
el único medio para ejercer nuestro derecho de elegir, de premiar o
castigar a los partidos y políticos que nos gobiernan.
Quizás por ello es que en ocasiones
haya desesperación ante el aparente desdén de muchos ciudadanos, que
nos frustre su supuesta apatía. Pareciera que hemos perdido
nuestra capacidad de asombro ante la cascada de escándalos, de
delitos que se cometen en nuestras narices y que las autoridades simplemente
miran a otro lado, se burlan o mienten. Pareciera que ya vemos con normalidad
que el hermano del presidente reciba dinero presuntamente público
para "financiar su campaña" y que la Fiscalía
Especializada en Delitos Electorales lo absuelva, o bien que los militares
espíen ilegalmente a periodistas y que no haya consecuencias;
o que de pronto la Fiscalía General anule 18 órdenes de
aprehensión en contra de militares por el caso Ayotzinapa, o que el
presidente deje sin vacunas a millones de niños, y que por su
estrategia fallida durante la pandemia hayan fallecido más de 700
mil personas en exceso a las que ocurrieron en años anteriores, y
todos tranquilos.
Sí. Pareciera que la gente ya quedó
pasmada y que nada le conmueve o irrita. Yo no estoy de acuerdo. Me parece que
los ciudadanos siguen anotando todos los agravios que ha
cometido este gobierno federal y sólo está esperando las elecciones de 2024 para
castigarlo, de la misma forma que la gente castigó al PRI y
al PAN en 2018. López Obrador lo
sabe. Sabe que a la gente no se le olvida y se las cobra en las elecciones. Por
eso está preparando una elección de Estado, una elección en donde el
gobierno utilizará todos los medios institucionales, económicos y
políticos para ganar. López Obrador sabe que, si
hay elecciones limpias con un árbitro independiente, la gente
votará y lo castigará por la destrucción del país. Por eso, ante el miedo
fundado de que perderá las elecciones de 2024, está intentando por
todos los medios aniquilar al INE tal y como lo conocemos.
Intenta acabarlo mediante cambios a la Constitución; si no puede, modificará
leyes secundarias, aunque sean inconstitucionales (ya lo ha hecho);
y si tampoco puede, lo logrará mediante el relevo inminente del presidente
del INE y tres consejeros más.
GOTITAS DE AGUA:
Por eso, hablamos de
la batalla del INE. En realidad, es nuestra
batalla para que no nos arrebaten nuestro derecho a
elegir, a premiar y a castigar como ciudadanos a los que nos han gobernado.
Para quienes pensamos que López Obrador ha lastimado a México
como nadie, al puritito estilo del PRI, pues no tenemos ninguna
otra forma de echar a Morena de Palacio Nacional. "Si
cierran la puerta, apaguen la luz". "Nos vemos mañana"...