La indignación es el plato fuerte...
Por Benjamín Bojórquez Olea 09 Marzo 2023
Le pido al lector que imagine que pareciera que el espíritu carnavalesco se apoderó del ámbito político de nuestro país
Le pido al lector que imagine que pareciera que el espíritu carnavalesco se apoderó del ámbito político de nuestro país. La comicidad, el humorismo involuntario y mirar al mundo al revés ha sido algo de lo más común durante estos días: parece que el desfile de las populares mojigangas se apoderó de los diversos espacios en donde lenguaje hiperbólico y grotesco fue una constante.
Lo más triste es que ha dejado de ser algo risible y poco sorprendente, pues entre las mentiras, la obscenidad, lo vulgar y el cinismo, en México se ha desarrollado un estilo de comunicación muy peculiar que termina por enganchar a quienes serán su próxima fuerza electoral.
Esa es la audiencia que entiende con facilidad un mensaje que no aspira a transmitir nada más allá que fruslerías, ataques, estériles celebraciones y cínicas sonrisitas.
Así, entre el baile de las máscaras del descaro, arlequines, polichinelas y varios Pierrot lucieron sus mejores galas cuando se trató de comentar, hora tras hora, el juicio de Genaro García Luna, quien ocupó el cargo de secretario de Seguridad Pública durante el sexenio de Felipe Calderón.
Luego de que un jurado norteamericano lo declarara culpable de los cinco delitos de los que fue acusado, las reacciones estuvieron apegadas a un guion muy predecible; su gabinete y toda alma que simpatiza con su gobierno, de manera inmediata, celebraron un veredicto que coloca al PAN sobre un terreno pantanoso del que difícilmente saldrá bien librado. Y las declaraciones de su propia dirigencia han terminado por enlodar un plumaje que, ya de por sí, era poco prometedor.
No obstante, lo gracioso radica en la celebración: solo el caradurismo podría permitir vanagloriarse de una victoria ajena. Y, más aún, adjudicarse, en cierta manera, que esto fuera posible. De inmediato se comenzó a generar una narrativa en la que el expresidente Calderón sería el nuevo protagonista de un futuro juicio en el que el actual gobierno se constituiría como el mejor espectador. En efecto, como un simple testigo que aplaude el trabajo de una corte norteamericana, pero que no ha sido capaz de demostrar que la justicia sea una de sus mejores áreas.
De hecho, ha sido señalado por aplicar la ley a extraños, protegiendo a los propios con el manto de la retórica presidencial y un Poder Judicial que se ha doblegado en más de una ocasión ante esas milagrosas palabras que purifican toda culpa de sus más allegados y allegadas. Además, resulta extraño que, según la historia que parece dominar el actual inquilino de Palacio Nacional y sus coros de estridencia, los males de nuestro país se concentran en los dos sexenios administrados por Acción Nacional.
Mínima inteligencia, podría ignorar que ese entramado que pone en evidencia la complicidad entre el crimen organizado y los gobiernos federales y locales, no se origina ni alcanzó su máxima expresión durante esos años: entre el inefable Peña Nieto y los abrazos como estrategia de combate a la inseguridad, "algo huele mal en Dinamarca".
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Y, por si fuera poco, se ha llegado a vincular la marcha a la que se ha convocado para mostrar el apoyo y defensa del INE ante el embate del llamado Plan B con esa desaforada narrativa. Con ese tono de carnavalesco humor, desde la tribuna de Palacio Nacional, pasando por la excelsitud de las y los legisladores del partido oficial y quien tiene una red social en la mano, se ha revelado el nivel de discusión que quieren imponer, en donde la apuesta por la ignorancia es su mejor aliada. "Si cierran la puerta, apaguen la luz". "Nos vemos mañana"...