Opinion

La tercia sanmigueleña

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Por Luis Fernando Najera 03 Octubre 2021

Crónica


Los Mochis, Ahome, Sinaloa, 03 septiembre 2021. Se encaminaron al monte para un rato de placer… pero sus intenciones eran otras. Muy diferentes…

Meses después, el “Chilango”, el “Cochi” y el “Wilo Molacho” se quedaron estupefactos, pues sus acciones de muchos meses atrás estaban siendo puestas en juicio.

No se movieron ni un milímetro de sus asientos. Ninguna mueca se dibujó en sus rostros. Ninguna emoción reflejaron esos seis ojos que estaban clavados en la distancia, perdidos. Sus gargantas no emitieron sonidos guturales, mucho menos palabra. Sus piernas se quedaron tiesas. Sus pies inmóviles. El tórax inamovible, como si adentro no hubiera un alma.

Más que hombres, parecían estatuas.

El “Wilo Molacho” y el “Cochi” dejaron sus brazos cruzados sobre el pecho, y el “Chilango”, cruzados y recargados en el escritorio. La seriedad del momento era sepulcral.

Nadie podía adivinar lo que pasaba por sus mentes, porque parecían estar flotando en otro mundo, muy lejos de ese lugar frío, callado, en donde el vuelo de una mosca es perceptible, y hasta la respiración de las personas se puede escuchar como escándalo.

Pero las palabras de esa mujer que portaba una toga negra eran como una novela negra, pero era la verdad, la única verdad y nada más que la verdad de los actos que aquellos tres amigos ejecutaron a las 17:30 horas del 17 de enero del 2017, en una huerta de mangos en el ejido Oro Pinto, en la sindicatura de San Miguel Zapotitlán, que era cuidada por don Balo, un anciano solitario, indefenso y encorvado.

Esa tarde, el “Chilango” había flirteado con aquel homosexual que lo abordó en la gasolinera. El gay respondió al coqueteo entre sí y acordaron ir al río para embriagarse y tener relaciones sexuales al aíre libre.

En el camino, el “Chilango” silbó a sus amigos, y todos accedieron a ir al punto. El homosexual se incomodó porque ya no era un solo tipo, sino tres.

En el camino, los tres caminaron despreocupados, bromeando. Cuando estuvieron cerca de la huerta, los tres saltaron un cerco, entraron a la huerta, llamaron a don Balo, lo atacaron a palazos y lo desmayaron. En el suelo, le quebraron la cabeza a ladrillazos, moribundo, le tasajearon el rostro con el propio machete del campesino, que toaron de un muro. Ya sin vida, le esculcaron los bolsillos. Le robaron el dinero que había a cobrado como aguinaldo , arrastraron el cuerpo hacia una choza y lo ocultaron con hojarasca y hule. Todos se repartieron el botín. Al gay le tocaron 3 mil pesos por su silencio, y luego se fueron sin decirse nada. No obtuvo sexo, pero sí sangre.

Anduvieron prófugos varios meses, muchos, hasta que fueron capturados y llevados a juicio.

Ese día, una jueza los declaró culpables de homicidio cometido con ventaja.

Fernando “L”, el “Chilango”, Víctor Manuel “M”, el “Cochi” y José Ramón “N”, el “Wilo Molacho” ahora esperan sentencia. Y no mueven ni un pelo.

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