Opinion

La vulnerabilidad de la economía mexicana ante el COVID-19

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Por Salvador Osorio 07 Abril 2020

Columna de Salvador Osorio

La actual pandemia de COVID-19 supone un reto sin precedentes, no solo para los sistemas de salud pública en el mundo, sino que presenta retos sustanciales para todas las economías. Hoy se da por hecho la existencia de una profunda recesión de la economía global que agudizará aún más la emergencia de salud pública. Es por esto que resulta relevante dar un panorama general del desempeño y los desafíos que tendrá México al enfrentar la contingencia sanitaria.
Como se ha observado, México ha enfrentado presiones para establecer el aislamiento social como una medida para contener el virus, sin embargo, “aplanar la curva” de contagios significa también la paralización de la actividad comercial y la disminución de la demanda de los consumidores. Hoy es imposible ir al cine, acudir a un estadio de fútbol o salir de vacaciones, por tanto, la epidemia de coronavirus es ante todo una crisis provocada por un choque negativo en la oferta. Por esta razón, muchos países han diseñado planes económicos que ayuden a aligerar el daño económico que viene.
Entonces, la pregunta que muchos nos hemos hecho es ¿Porqué no implementar las medidas fiscales necesarias para ofrecer seguros de desempleo, evitar el cierre de empresas o retrasar el pago de impuesto? Una de las posibles respuestas es que, a diferencia de otros países, México es mucho más vulnerable para hacer frente a los efectos perniciosos de esta crisis sanitaria debido a que nuestro sistema fiscal está diseñado para maximizar los ingresos provenientes del turismo, las remesas y el petróleo. En consecuencia, si los países han emitido restricciones de viaje a sus ciudadanos y los centros turísticos están cerrados, si consideramos que gran parte de las remesas provienen de Estados Unidos, el país más afectado por la epidemia y si tomamos en cuenta la contracción del precio internacional del crudo, es lógico suponer que México perderá gran parte de sus ingresos.
En este contexto, la reducción de los ingresos implica una reducción del gasto público. Sin embargo, si se reduce el gasto, también se reducen los recursos con los cuales hacerle frente a la pandemia, tanto en el campo sanitario como en el económico, pues no tendremos el suficiente dinero para adquirir equipo médico, pero tampoco para garantizar el salario de millones de mexicanos que viven de la actividad comercial. Es así que la primera desventaja que México tiene para hacer frente al COVID- 19 es su histórica dependencia financiera a recursos que hoy han colapsado.
Otra desventaja que México tiene es que gran parte de la actividad económica está basada en el sector informal, la cual incluye a trabajadores domésticos, comerciantes o trabajadores de negocios que no están protegidos por la legislación laboral. Por tanto, si los negocios no están vendiendo por que los consumidores están bajo confinamiento es muy probable que terminen cerrando, lo cual dejaría a millones de personas sin dinero, pues no podrían recibir un sueldo, pero tampoco existirían los canales por los cuales el gobierno pudiera proporcionales transferencias. Así que, pese a que aún es temprano para conocer el impacto real de la pandemia en la economía mexicana, sí es posible apuntar que durante esta crisis millones de trabajadores tendrán problemas de liquidez.
Por lo anterior, es muy probable que México enfrente problemas financieros para solventar la contingencia sanitaria, pues la medida de aislamiento que ha endurecido el gobierno para aplanar la curva de COVID-19 y evitar que el sistema de salud colapse trae consigo repercusiones económicas. Así pues, ahora que la pandemia de coronavirus ha puesto en jaque a la economía mexicana, se vuelve necesaria una acción económica concentrada en mantener la solvencia de los trabajadores, principalmente de aquellos que están fuera de nómina, pues en las próximas semanas, muchos negocios - a falta de ventas - tendrán que cerrar y despedir a sus empleados. Asimismo, dichas medidas deber ser orientadas a generar estímulos fiscales que permitan a las micro, pequeñas y mediana empresas seguir operando. No obstante, esto dependerá de la capacidad del gobierno para obtener nuevas fuentes de financiamiento y también de las medidas económicas concertadas desde el plano internacional.

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