LAS MAÑANERAS
Por Benjamín Bojórquez Olea 24 Abril 2019
SOBRE EL CAMINO
Solo en México. No pasa en ningún otro país del mundo que un presidente dé una conferencia de prensa todos los días (con excepción de sábados y domingos). Ahí —a las siete de la mañana y en lo que los mexicanos llaman la Mañanera— Andrés Manuel López Obrador marca la agenda de su joven gobierno, responde a críticos y contesta las preguntas de los reporteros que asisten. Es un extraordinario ejercicio democrático. Los periodistas preguntan lo que quieren, con micrófono en mano y un límite de dos preguntas, según consta en las trece reglas de la conferencia matutina establecidas por la oficina de comunicación de la presidencia. Es un ejercicio sin precedentes en el país y raramente observado en otros países democráticos. Usualmente, los presidentes y otros líderes políticos limitan su aparición en conferencias de prensa a ocasiones especiales o coyunturas particularmente críticas. Y no es de extrañarse. En un país democrático con una prensa suficientemente libre e independiente, cualquier mandatario podría verse fácilmente arrinconado ante los reiterados cuestionamientos de los periodistas. Tan solo por eso, las conferencias mañaneras del presidente son un avance democrático que merece ser reconocido. Por otro lado, una cosa muy distinta es el contenido sustantivo, el valor informativo o la calidad de las respuestas ofrecidas por el Presidente. Esta puede variar en gran medida de un día a otro, o de un tema a otro, pero también dependerá en gran medida de la calidad e insistencia de las preguntas que se le hacen al Presidente. Sería difícil negar que el Presidente sea un comunicador hábil. Sin embargo, esto no quiere decir que sea un comunicador veraz o que no incurra en falacias o evasivas recurrentes. Entre los cientos de preguntas que ha intentado responder durante sus conferencias de prensa y otros tantos discursos, cada vez se hace más evidente que el presidente confunde —ignoro si consciente o inconscientemente— los conceptos de transparencia, derecho de réplica y libertad de prensa. En esta ocasión comentaré tan solo algunos ejemplos de semanas recientes. El 10 de abril pasado, el Presidente sugirió en su conferencia de prensa matutina que “sería interesantísimo” que el periódico “Reforma” revelara la fuente del borrador de la ya famosa carta que el mandatario había enviado al Rey de España. El argumento detrás, en sus propias palabras, era que “ayudaría mucho que, en aras de la transparencia, que es una regla de oro de la democracia, el Reforma ayudara y dijera quién le entregó el documento. Pero también si no quieren, no tienen obligación, es su derecho a mantener su fuente, pero ¿Por qué no lo podemos decir?” Hay dos problemas con esta declaración. El primero, y más importante, es que el derecho a reservar fuentes de información es un aspecto fundamental de la libertad de prensa y la libertad de expresión, ambas, por cierto, reglas de oro de una democracia constitucional. El segundo es un error de argumentación. Si el principio de transparencia en verdad es una regla de oro para el Presidente,¿Por qué no ha revelado él mismo el contenido de la controversial carta? En su argumentación, el Presidente omite que el nivel de transparencia y veracidad exigible para los funcionarios públicos debe ser mucho mayor para los funcionarios públicos que para los medios o periodistas. Esperar lo contrario iría, de nuevo, contra la libertad de expresión y el derecho a la información. Consideremos ahora del derecho de réplica. De manera reiterada, el Presidente ha manifestado que en su gobierno se respetará la libertad de expresión y que no habrá censura. Por ejemplo, el 15 de abril pasado afirmó que se garantizarán “las libertades, diálogo circular, debate, cuestionamientos con respeto y mensajes de ida y vuelta. (…) los medios sí pueden desacreditar al Presidente y el Presidente no se debe de defender, se tiene que quedar callado. Eso sí no. Voy a ejercer mi derecho réplica siempre, con respeto.” Esta respuesta comete dos errores. El primero de ellos es colocar a los medios y al Presidente en el mismo nivel de exigencia y libertades. Aunque al Presidente y a muchos políticos no les guste, poder descalificarlos es parte de la libertad de expresión de cualquier ciudadano. Si un medio desacredita injustificadamente a un político, toca a las audiencias decidirlo. Si bien el Presidente de la República tiene derecho de réplica, descalificar a los medios o periodistas que lo cuestionan con ataques “ad hominem” inhiben el debate público y atentan contra la libertad de prensa. El gobernante debe responder con argumentos y evidencia, no con insultos. Cuando el político insulta, es porque se ha quedado sin argumento. “Digo”.
GOTA Y CHISPA:
Dos personajes muy cercanos a la llamada 4ta Transformación encendieron las redes sociales en días recientes tras especular con dos tragedias que marcaron la Semana Mayor. El primero de ellos, el productor Epigmenio Ibarra, quien afirmó en su cuenta de Twitter que detrás de las masacres como la ocurrida en Minatitlán, Veracruz está el“régimen corrupto” que busca provocar miedo a nivel regional y tener un impacto político nacional. Tampoco se quedó atrás Jenaro Villamil, titular del Sistema Público de Radiodifusión, quien especuló con la muerte de Sergio Hernández Vega, ex - secretario particular de Roberto Miranda, jefe del Estado Mayor Presidencial durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, cuestionando si realmente se trató de un asalto o si fue una ejecución. Muy delicado que estos personajes especulen con temas tan delicados, especialmente Villamil, quien ya dejó de estar del lado de la Oposición y ahora es un funcionario público, como “amablemente” le recordaron los internautas. Por cierto, ¿Ya presentó Villamil las supuestas pruebas que justifican el despido de Fernando Coca? “Hay culebra en el agua”. “Nos vemos Mañana”…