Matar a la libertad...
Por Benjamín Bojórquez Olea 17 Mayo 2023
Sobre el camino
El antídoto para frenar la destrucción institucional: dejar la
indiferencia, y salir del desengaño. Triste y lamentable la política actual
cuya combinación institucional nos lleva a una falsa educación por tal de
conseguir el poder y perpetuarse en el bajo una mendacidad magnánima desde el
pulpito presidencial.
Una suerte
de pensamiento mágico inunda la mente de millones de personas
cuyo patrimonio, bienestar y libertad están
en riesgo.
México,
opinan, es demasiado grande, complejo e interconectado para que ocurra
la tragedia que ha sucedido en Nicaragua, en Venezuela, en Cuba.
Esa apatía se
contrapone a un diseño particular, intencionado, calibrado, de destrucción.
Pues en Morena está aplicando un manual clásico, terrible
y efectivo. Proviene de Maquiavelo. Le recomendaba al Príncipe:
sé vertiginoso, que tus enemigos no puedan entender ni prever tu siguiente
movimiento.
Es la
política del frenesí. El tsunami de destrucción que empieza en la mañanera,
baja al Congreso, se expande a los gobernadores del oficialismo como una
especie de cáncer y toma anchura con las redes de activismo territorial y
digital, responde a un trazo preciso y meditado de toma de poder y asalto
a las instituciones. A mi criterio, no es ocurrencia: es un plan.
En
un libro maravilloso que explica cómo el nazismo logró apoderarse del
destino de millones de alemanes, Creían que eran libres, Milton
Mayer lo explica de manera detallada y reveladora.
Las
personas -recopiló de testimonios- se fueron acostumbrando a ser gobernados por
la sorpresa. Lo usual era lo impredecible. No solo era la sorpresa: era
el vértigo. Pasaban tantas cosas que no daba tiempo a pensar. La
destrucción no era una sacudida: era un flujo. Cada medida era peor que la
anterior, pero solo un poco peor. El gran punto de quiebre, fulminante, nunca
llega: es un proceso de erosión. Igual que una gota deshace a la piedra,
el aluvión de acciones, decretos, violaciones a la ley, excesos, termina
por "matar a la libertad".
Bajo esa
lógica, la resistencia no llega nunca. No hay un momento que sea tan
brutal dentro del paisaje de devastación que dispare la indignación. En
México, por el contrario, sí hubo un detonador de la resistencia civil. La
indignación se activó cuando fueron tras el INE. Ahí, la sociedad
se dio cuenta que el mal no terminaría en seis años. Era un mal que
querían que durara cien. La estrategia del morenato es, pues, apostar
al arrebato y a la sorpresa cotidiana. La nuestra debe ser utilizar todos
los medios pacíficos, políticos y legales a nuestro alcance para sacar
a millones de la apatía.
GOTITAS DE
AGUA:
En fin, las
cifras son contundentes. El voto duro de Morena supera
los 18 millones. Junto con sus aliados, obtuvieron casi 21
millones de sufragios en 2021. Quedan 74
millones por disputar: una abrumadora mayoría silenciosa, pero
mayormente indiferente.
La
movilización para enfrentar el tsunami de destrucción institucional debe
provenir del flanco ciudadano: la gente le cree a la gente.
A nosotros
nos corresponde convocar a ser ciudadanos de alta intensidad.
Críticos. Propositivos. Hay que activar la presión a los gobiernos y a los
legisladores. Respaldar a jueces. Unirnos a una constelación
de organizaciones civiles que están articulando la resistencia. Proponer
acciones de desobediencia civil. Inscribirnos como observadores
electorales. Hacer campaña. Votar.
El único
antídoto para frenar esta destrucción es doble: abandonar la indiferencia,
primero. "Si cierran la puerta, apaguen la luz". "Nos
vemos Mañana"...