Opinion

NETFLIX: LA NUEVA MODA

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Por Benjamín Bojórquez Olea 09 Abril 2019

SOBRE El CAMINO

Haciendo un estudio global y exhaustivo de la política indómita, observamos nuevos comportamientos en busca de una credibilidad que a partir del siglo XXI diseña una nueva faceta u orientación menos programática y más gregaria. En efecto, en Ucrania acaba de ganar la primera vuelta de las elecciones presidenciales un comediante que se hizo popular actuando de presidente en una serie televisiva de Netflix. Volodymyr Zelensky, 41 años, dirimirá la segunda vuelta con el actual presidente Petro Poroshenko, que aspira a su reelección. Presidentes y principales figuras de la política surgidos de la televisión proliferan en todo el mundo montados sobre el desprestigio de la política tradicional, sospechada de inoperancia o corrupción. Está Jimmy Morales, presidente de Guatemala desde 2015, en el aire con su programa “Moralejas” por más de quince años, además de producir, dirigir y actual en varias películas. En Perú, el nuevo primer ministro, Salvador del Solar, de 48 años, ganó popularidad en la serie “Narcos”, también de Netflix, con una breve intervención, pero sus créditos incluyen el papel de galán que se enamora de la chica pobre en la adaptación peruana de “Pobre Diabla”, la telenovela argentina de los 70. La figura tiene otros pergaminos y experiencia de gestión pero lo que más destacó la vicepresidenta peruana Mercedes Aráoz es que el alto funcionario “tiene un sentir muy bueno de la comunicación por haber tenido su performance actoral, además de ser director de cine”. De Reagan, Schwarzenegger y Palito Ortega a Trump, Beppe Grillo y Marcelo Tinelli, pasamos de la política desplegada en la escena mediática a la escena mediática ocupando el lugar de la política y fagocitando a sus actores. Candidatos surgidos del set televisivo y las pantallas de cine, conductores y animadores transformados en líderes, sellos partidarios y plataformas electorales con nombre de programa de tv. La política como comedia, revistiendo el drama de gobernar realidades complejas sin experiencia de gestión. De la democracia representativa a la representación en escena. Después hay que gobernar, pero eso queda para la siguiente temporada… Vemos pues el claro ejemplo de la política, emigrando de forma superflua, donde la actuación forma parte de una historia de la cual la evolución se ha magnificado a tal grado y de carácter de urgente, nuevas formas y presentaciones en los principales libros de la política mímica. En México, ¿En qué momento llegamos hasta esto? Los lujos, la opulencia y el despilfarro, eran comunes entre la socialité mexicana de los 80, sin importar que la debacle se veía venir, que el peso estaba cayendo frente al dólar y que la economía se haría pedazos. Lo que realmente importaba era vivir como reyes, soñando en castillos de falsedad, en un imperio lleno de mentiras y promesas políticas realizadas por José López Portillo, quien decía defender “el peso como un perro”; se rumoraba que era recibido en restaurantes con ladridos, después de su presidencia. Este retrato de la extravagancia mexicana que parece lejano, pero también resulta actual, es llevado al cine en Las niñas bien, película de Alejandra Márquez Abella que toma el texto homónimo de Guadalupe Loaeza para hacer este reflejo social de un país que vive de “el qué dirán”. En la ficción que toma parte de la realidad nacional de hace 35 años, se ve a la actriz Ilse Salas como Sofía de Garay, una mujer que tiene todo a su alcance económico, madre despreocupada que incita a que sus hijos no hablen con niños mexicanos durante su campamento en el extranjero y esposa que acaba de recibir un Grand Marquis crema de cumpleaños. El cotilleo es el deporte favorito entre las amigas que se reúnen en el club de tenis. Comprar en Palacio es sólo para los productos de belleza, pero impensable para un vestido de noche, ya que el guardarropa debe ser adquirido en los viajes fuera de México. ¿A quién le recuerda?



GOTA Y CHISPA:


Aunque el largometraje está anclado a la década de 1980, resulta un vistazo creíble de la realidad actual, de un México dividido siempre por la brecha social, que se vuelve falso por un status, una apariencia que prevalece por sobre todas las cosas, haciendo latente la frase “antes muertas que sencillas”. La publicidad que maneja actualmente la producción, pareciera engañosa para el público, ya que se antoja como una película boba de comedia estadounidense, cuando su contexto tiene una profundidad que debería ser de un interés serio para el cinéfilo común. Hoy son Las niñas bien, ayer Las preciosas ridículas, de Moliere, el retrato se vuelve universal porque parece que el ser humano está regido en denostar siempre a los demás a sus espaldas, por lo que el ejercicio fílmico realizado por Alejandro Márquez Abella tiene un valor más allá de lo estético, se vuelve una película incómoda para toda esa élite social que es parte de una pose económica, que vive del tarjetazo, del tener el último iPhone, o mandar a los hijos a Europa, aunque no se tenga un quinto para subsistir. ¡Vaya sociedad absurda en la que vivimos! “Hoy por hoy, la nueva escena y tendencia política es abrir el telón”. “Nos vemos Mañana”…