Opinion

Pese a todo y contra todo, la 4T sigue

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Por Salvador Osorio 14 Abril 2020

Columna de Salvador Osorio

Hace unos días, el presidente López Obrador dio a conocer el plan económico para hacerle frente a la crisis provocada por el coronavirus. Se esperaba un discurso que tranquilizara, que diera un diagnóstico certero y soluciones acordes al problema. Sin embargo, el mandatario planteo un discurso distinto, cuya sustancia fue el distanciamiento ideológico con el pasado y la necesidad de apresurar sus proyectos emblemáticos. De manera que, con un tono sereno y obstinado, olvidó el tema de interés y en su lugar, llevó el discurso a donde más le gusta, el terreno político.
A juzgar por lo antes dicho, se pudiera pensar que el presidente no sabe nada y que su plan está basado en la improvisación. Eso es falso. El presidente sabe de lo suyo y no está improvisando en su proyecto de poder. Tan es así que no dudó en echar mano de ideas como la inyección de recursos a PEMEX, la necesidad de continuar con las principales obras de la administración y la urgencia de aumentar el padrón de beneficiarios de los programas sociales. La estrategia es clara, adaptar la crisis económica y sanitaria a su proyecto político, dejando ver que llueve, truene o relampaguee, la cuarta transformación no se detiene. Ni siquiera por una crisis que ha puesto contra la pared a muchos países.
En el imaginario del presidente solo existe su programa de transformación y con base en eso actúa. Po eso, cuando las autoridades nos pedían que nos quedáramos en casa, el presidente hacia giras. Por eso, cuando se pedía un golpe de timón en la política económica, el presidente respondía con más de lo mismo. Y es que él sabe de los réditos políticos de su estrategia. Sin embargo, tratar de incorporar la crisis que supone la pandemia de coronavirus al libreto de la cuarta transformación y justificar las políticas del gobierno como medidas para reactivar la economía y atender la emergencia sanitaria es una apuesta muy arriesgada.
En primer lugar, porque destinar miles de millones de pesos a PEMEX, una empresa que está en la cuerda floja, implica reducir el gasto en otros sectores. Pero, aun cuando la petrolera fuera una empresa rentable, resulta desconcertante pensar que la inyección de recursos pudiera levantar a la economía. La razón es que las economías basadas en ingresos petroleros no generan empleos con alto valor agregado y las ganancias provenientes de esta actividad terminan distribuidas en gasto improductivo, que poco hace por terminar con la pobreza.
En segundo lugar, la propuesta de ayudar a las personas a través del aumento de beneficiarios de programas sociales como jóvenes construyendo el futuro o pensiones para el bienestar de las personas adultas mayores, no es efectiva si no existen los negocios u empresas necesarias que pueden ofrecer a los más vulnerables lo que necesitan. En consecuencia, la negativa a apoyar a las empresas y dejar a la intemperie a miles de tienditas, pequeños restaurantes, tortillerías o cualquier otro negocio que no representa a los grandes consorcios comerciales e industriales podría disminuir las fuentes de empleo y aún más, multiplicar el número de personas en condición pobreza después de la pandemia.
No obstante, la postura del presidente López Obrador seguirá siendo la misma: insistir en la cuarta transformación y justificarla como paliativo a la crisis económica y sanitaria. Y es por eso que el coronavirus le cae como anillo al dedo, pues, aunque parezca surreal, afrontará la fase más crítica de la pandemia sin un verdadero plan económico, pero sí con un programa político diseñado meticulosamente para legitimar su proyecto de nación. Sin embargo, la apuesta del presidente por llevar la discusión a un terreno tan escabroso como el político puede terminar siendo contraproducente, especialmente para quienes han estado en el centro de su discurso, es decir, los más pobres. En fin, la suerte está echada, pese a todo y contra todo, la 4T sigue.

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