Opinion

QUE LA LEY NO SE QUEDE ATRÁS

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Por Ricardo Fuentes Lecuona 18 Julio 2023

Así las cosas…

Así las cosas… Durante los últimos meses, el discurso político mexicano ha presenciado una importante serie de acercamientos preelectorales dentro y fuera de los círculos políticos. Las pre-pre-pre campañas de las “corcholatas” Marcelo Ebrard, Adán Augusto López y Claudia Sheinbaum han encontrado, al abrir la caja de pandora, un tema que el sistema político nacional rara vez había presenciado o imaginado: las elecciones primarias. Los procesos internos de los partidos políticos para determinar las candidaturas hacia la elección de 2024 han comandado el interés político de la sociedad con un vigor sin precedentes. Si bien Morena ha sido acusado por ser poco más que un “dedazo disfrazado”, el hecho de que haya establecido una encuesta abierta a la ciudadanía como su ejercicio formal de selección, marcó un parteaguas en la realidad electoral de los movimientos políticos y su relación hacia las candidaturas. En el caso de la oposición, el Frente Amplio por México también ha seleccionado como su método formal una especie de consulta, aunque son pocos quienes tienen claro el proceso que se está llevando a cabo. La apertura de ambos bandos del espectro político a realizar procesos de selección involucrando a la voluntad ciudadana nos lleva a considerar el futuro del sistema jurídico electoral, que se encuentra en un estado precario frente a tan explícitos actos anticipados de campaña. Ahora no será suficiente que los “politburos”, es decir, las élites partidistas, lleven a cabo el famoso “destape” a puerta cerrada, seguido por su registro formal ante el árbitro electoral, sino que el visto bueno de los simpatizantes será, de ahora en adelante, un pilar fundamental en la determinación de cualquier candidatura. El Instituto Nacional Electoral, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, y el resto de las instituciones que forman parte de nuestro sistema electoral, deberán contar con herramientas para regular y supervisar las campañas internas y, por extensión, las elecciones primarias. Esto significa que los legisladores tendrán la responsabilidad de asegurarse que la ley no se quede atrás ante la cambiante realidad política-electoral. Siendo éste el deber ser, cabe señalar que, mientras dicho cambio no se formalice en la ley, los actores políticos están obligados a seguir la normativa vigente y a apegarse a las reglas. Sabemos que la realidad es otra, pero la violación abierta y descarada de las normas electorales debería traer consigo fuertes castigos y penalizaciones a quienes corrompan de tal forma a nuestros procesos democráticos. La ley electoral debe de cambiar, por supuesto, pero mientras no lo haga, debe respetarse y seguirse al pie de la letra. Ese es el espíritu de la democracia y el estado de derecho.