Opinion

¿Qué pasará cuando la verdad y el odio los alcance?

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Por Benjamín Bojórquez Olea 29 Diciembre 2022

La temperatura se eleva sensiblemente a cada momento, de una y otra trinchera surgen proyectiles inyectados de crecientes dosis de metralla

La temperatura se eleva sensiblemente a cada momento, de una y otra trinchera surgen proyectiles inyectados de crecientes dosis de metralla que buscan impactar los respectivos centros de gravedad de cada adversario. 

Si la intención de proponer en el peor momento y de mal modo la reforma constitucional del régimen político-electoral era quemar tiempo, ocultar asuntos importantes y problemas graves, desvanecer la campaña anticipada de los nominados a la sucesión, vulnerar a la autoridad electoral y distraer a la oposición sin darle margen de entenderse ni organizarse en el bloque, la operación ha sido magistral hasta ahora.

De no ser así y, en verdad, el Ejecutivo procuraba sacudir la estructura política y electoral en el marco de un supuesto cambio de régimen, qué oportunidad dejó ir, qué revés recibió, qué enorme deuda política adquirió y qué desconfianza ha generado. 

En el ánimo de asegurar la base electoral, dejar huella emblemática de su paso y, eso sí, introducir cambios plausibles insustanciales en el ámbito laboral y fiscal, durante la primera mitad de su gestión, el Ejecutivo Federal no tocó dos pilares claves que posibilitarían fincar la pretendida cuarta transformación. Confundió lo accesorio con lo principal.

La reforma hacendaria estuvo en su horizonte y la político-electoral la consideró tardíamente. Justo cuando la fuerza del movimiento había perdido posiciones en la Cámara de Diputados y cuando, de acuerdo con la costumbre, modificar la Constitución en el rubro electoral y político era inoportuno. 

Si bien la propuesta presidencial de reforma constitucional de régimen contenía aspectos inaceptables, tenía otros dignos de considerarse. Asuntos que incluso, muchos de quienes resolvieron resistirían a rajatabla, en donde sabían y saben de la pertenencia de esos cambios.

Un deseo procedimental de tal magnitud que exige esclarecer si constituyó o no un fraude. Una reforma nivel reglamentario que suple la visión de Estado, por el interés del partido en el poder. Un proyecto que no reforma sino deforma el sistema electoral. Hoy, el dictamen de la reforma electoral, del capítulo político no quedó ni en el suspiro, se encuentra en el Senado y falta por ver su destino inmediato y mediato. 

Falta por ver cómo conduce su trámite el senador Ricardo Monreal, a quien se advierte presa de presiones provenientes de diestra y siniestra, como de arriba y de abajo, pero también con un as para negociar con quien quiera. Falta por ver eso y, en caso de ser aprobada de nuevo sin consenso, si la oposición recurre su legalidad y validez en la Suprema Corte. Sabemos que legislar es un verbo que implica diversas acepciones que generan puntos de vista contrastantes. 

Parece que existe una competencia entre senadores y diputados por tratar de consolidarse como la legislatura de mayor trascendencia. No importa si es su labor impecable y prístina o gracias a sus humorísticas ocurrencias. 

GOTITAS DE AGUA: 

Se necesita salir en la fotografía, como decía antes. Por ello, quienes ocupan esos escaños son capaces de llevar a cabo todo lo que esté a la mano para llamar la atención de sus líderes de bancada, para que sus nombres quizá lleguen a los oídos de los que tejen el destino de sus partidos porque, es claro, que no necesariamente son representantes de la sociedad.

Por ello, la crónica de lo que sucede el ámbito de ambas cámaras se ha convertido en un escaparte de despropósitos que son dignos del esperpento teatral o de una mala reinterpretación el surrealismo tan propio de los mexicanos. Claro, si como sociedad llevamos a cabo situaciones tan incomprensibles, ¿por qué las y los legisladores serían diferentes? En realidad, suelen ser el más caro de lo que somos; sin olvidar que la gran mayoría ha llegado por nuestros votos, por sus promesas, por articular de mejor manera sus campañas llenas de banderitas, porras y algún refrigerio, que se agradece luego de esperar durante horas la letanía de quienes se venden como la diferencia que el porvenir necesita. "Si cierran la puerta, apaguen la luz". "Nos vemos mañana"...