Opinion

¿Se les hace que vamos bien?

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Por Benjamín Bojórquez Olea 07 Julio 2021

SOBRE EL CAMINO


Un grave deterioro del bienestar, el control del crimen y el rencor de clases desde el poder público. Estamos ante la inminencia de un desgarre social. Impedirlo debería ser la prioridad de un gran esfuerzo nacional. A mi criterio NO ocurrirá. Hay una mezcla que ha despedazado el tejido social: un deterioro grave del bienestar, el control del crimen de diversos territorios y el rencor de clases propiciado desde el poder público. El bienestar de los mexicanos va en caída libre: 14.6 millones de nuevos pobres, 9 de ellos en pobreza extrema. 4.6 millones de trabajadores cuyo salario es insuficiente para comer. Millones de contagiados de COVID, cientos de miles de muertos y decenas de millones de personas que no tienen acceso a medicinas. Estos fenómenos se agregan a una tendencia brutal de décadas: el territorio nacional está poblado de hogares rotos, donde más de 12 millones se han ido a buscar la fortuna que no encuentran aquí. Esas familias divididas dislocan valores, arraigo, solidaridad. ¿Se les hace que vamos bien? Bajo este desastre se expande el dominio del crimen organizado sobre diversas áreas del noroeste del país. Más de una tercera parte del país, según Estados Unidos. ¿Cómo saberlo? Hay una violencia que no cesa, con 87 mil ejecutados en lo que va de este sexenio. La penetración del crimen en las elecciones es una señal siniestra y alarmante, junto con la corroboración cotidiana de que existe una permisividad culposa de la autoridad hacia su actuar. ¿Se les hace que vamos bien? Encima del colapso está el discurso público que nos divide y encona. La venta diaria del rencor le rinde al poder dividendos electorales sin que perciba, miope, que su utilidad política es la bancarrota histórica de México. Morena se ha convertido en una gran caja de resonancia de los arrebatos presidenciales. Todos sus representantes derraman el veneno del odio social y algunos, como López Gatell, hasta se animan a improvisar. Las clases medias responden con odio similar a los ataques, aludiendo a su presunta superioridad intelectual, académica y económica. Por lo tanto, ¿se les hace que vamos bien? En esa confrontación se nos irá el país. Deberíamos saberlo: la ruptura territorial de México fue consecuencia siempre de la ruptura social. Los países se parten con mayor frecuencia de lo que pensamos. Habría que ver un mapa de Europa de 1985 y uno de diez años después. Las guerras entre hermanos son las más lamentables y sangrientas. Estados Unidos perdió más vidas en la Guerra Civil que en ninguna guerra luchada en su historia. Las heridas de España no terminan de ser cicatriz y amenazan su integridad territorial. México ha perdido, voluntariamente, su centro político. No hay cabida para la reconciliación y la unión. El diccionario mexicano ya no incluye palabras como prójimo, misericordia, empatía, respeto, tolerancia, consenso, concordia. En fin: sus mejores palabras. Lo pagaremos caro. Entonces, ¿se les hace que vamos bien? 



GOTITAS DE AGUA: 


Dado el interesante momento político que vive actualmente el país, me propuse líneas arriba rastrear en qué consisten las llamadas “transformaciones políticas de López Obrador” y hacia dónde apunta la “cuarta transformación”, buscando los argumentos filosóficos que han hecho posibles los tres primeros cambios de México y analizando cuáles han sido las influencias filosóficas y los argumentos que se esgrimen en la cuarta transformación del país. Lo que hemos comentado es lo siguiente: en primer lugar, al decir “transformaciones de México”. En segundo lugar, señalando el comportamiento y cuáles son los argumentos filosóficos detrás de las tres transformaciones del país. Por último, cuáles han sido los argumentos políticos que se esgrimen al anunciar una cuarta transformación de México. Concluyendo al final reflexiones de sentido común y odio generalizado. En conclusión, las transformaciones de México y del nativo de Macuspana, Tabasco han tenido como andamiaje el problema filosófico de las relaciones entre lo uno y lo múltiple. Por esta dialéctica entiendo el problema de conciliar la libertad con la igualdad social. Las distintas transformaciones del país han oscilado entre estos dos ejes que dieron lugar a tres Constituciones. Solo en el caso presente asistimos a una transformación -hasta ahora, no constitucional- que promueve un liberalismo de izquierda expresado como categoría moral al interior de los ciudadanos. Paradójicamente, en las transformaciones el reto sigue siendo el dilema entre libertad e igualdad. Pero ahora ésta dialéctica se concreta en otro dilema más austero: el de la necesaria eficiencia administrativa de cara a la globalización, con la consabida protección de los derechos sociales de cara a las libertades ciudadanas y a la autonomía de los órganos institucionales. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos Mañana”…                                     

    

 

 


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