Los secuestros en la Ciudad de México van a la alza y han perfeccionado su modus operandi. A diario, las células del crimen han encontrado una nueva forma de extorsionar a la gente, secuestrándolas de forma física, llevándolas a hoteles y moteles de diversas categorías, donde comienza la pesadilla del famoso “secuestro virtual”.
El pasado lunes, una pareja de amigos fue secuestrada en la madrugada alrededor de las 2:30 hrs. Después de cenar en un restaurante de Polanco, “Sofía” la novia de mi amigo “Juan” venía conduciendo su vehículo por la Avenida Revolución, y a la altura del Borrego Viudo se incorporaron hacia Puente la Morena. De pronto, una camioneta tipo Tahoe o Suburban de reciente modelo, de color negro, que traía marcado un número en la puerta como si fuera de la policía, les cerró el paso.
De ahí descendieron tres hombres vestidos de negro, armados, que se colocaron pasamontañas en sus rostros para evitar ser reconocidos. Al pararlos les indicaron que era un operativo de seguridad, un chequeo, y que las placas de su vehículo habían sido reportadas de participar en un “incidente” y que debían cerciorarse que mis amigos no estaban involucrados en el tema.
Uno de los secuestradores les indicó que debían subirse a su camioneta, mientras que el copiloto tomó el control del coche de Sofía. A ambos los colocaron en el asiento de en medio, con un secuestrador de cada lado para evitar que alguno pudiera bajarse. Mientras les daban vueltas alrededor por un lapso de entre 15 y 20 minutos, los secuestradores se comunicaban con otras personas a través del radio instalado en la camioneta, y a través de sus radios personales.
Les estuvieron dando vueltas alrededor de 15 minutos. En el trayecto, los secuestradores se comunicaban a “la central” con otras personas por medio de claves, a través del radio instalado en la camioneta y de los radios que portaban cada uno. Decían que si se aclaraba la situación, que podían regresarlos al punto donde los había levantado, y no sería necesario llevarlos a la comandancia. A las víctimas les ordenaron bajar la cabeza y ponerla entre las piernas, mientras ellos se quitaban los pasamontañas. Hablaban que era un “operativo” de la zona de San Pedro de los Pinos.
Finalmente, pararon la camioneta y les dijeron que mientras seguían la investigación, los iban a dejar en un lugar seguro. Decían que era su “centro de seguridad” y que tenían rentada la mitad de las instalaciones. Los subieron por un elevador, para luego depositarlos sobre una habitación.
Ellos concluyeron que se trataba de un hotel al ver el número de cuarto. Días después se enteraron que se trataba del Hotel Del Rey, ubicado sobre Viaducto Miguel Alemán número 9, en la colonia Del Valle, casi esquina con Insurgentes. Un hotel donde anteriormente han encontrado personas ejecutadas.
Llamó la atención que dentro de la habitación no existía ningún tipo de publicidad, y el cuarto daba a la parte posterior. Los secuestradores los depositaron en la habitación, les prohibieron utilizar el teléfono de la misma y moverse para ningún lado. Les dijeron que las instalaciones estaban sitiadas, que podría haber fuego cruzado entre los cárteles que operan en la zona. Asimismo, les comentaron que no eran los únicos que estaban ahí, y que no debían llamar a nadie, ni mucho menos que intentaran rescatarlos.
Ya dentro del cuarto, les fueron dadas algunas indicaciones a través del celular de Sofía, mientras que a través del celular de Juan recibían una video llamada. Del otro lado, los secuestradores les pedían que dejaran todo el tiempo abierto su celular para tener una comunicación constante. Hablaban que estaban bajo un “protocolo de seguridad”, que su coche iba a permanecer afuera y que en cuanto los liberaran podrían salir como si nada, sin pasar los “filtros”.
Así los mantuvieron durante casi 60 horas encerrados. Si se les colgaban las llamadas, marcaban de inmediato de distintos teléfonos. Apenas y medio dormían en espacios de dos a tres horas, y turnándose. El martes antes de las tres de la tarde, antes del cierre de los bancos, los secuestradores señalaron que había habido un problema. Que el dueño y el gerente del hotel debían 3.5 millones de pesos, y que Sofía y Juan debían hacerse responsables del pago. Se declaraban como los dueños de la plaza y operadores del Cártel de la Unión de Tepito.