SOBRE LA LEGITIMIDAD DE LAS REVOLUCIONES POPULARES
Por Ricardo Fuentes Lecuona 20 Diciembre 2023
Así las cosas...
La historia ha demostrado que el derecho a la revolución (entendido como el derecho inherente que tienen las sociedades de reemplazar sistemas gubernamentales injustos a través de la fuerza), ha sido un catalizador poderoso en la creación de nuevos sistemas jurídico-políticos y los más grandes estragos en la marcha por la justicia social. La historia de México tiende a estudiarse a partir de tres emblemáticos momentos (independencia, reforma y revolución), en los cuales las y los mexicanos ejercieron este importante derecho en la búsqueda de un mejor país.
La Revolución Mexicana, que estalló a principios del siglo XX, fue un llamado a la justicia social y política, que culminó con la institucionalización de algunos ideales revolucionarios y la creación del México moderno. Aunque la Revolución Mexicana estuvo marcada por una década de violencia, a ella debemos grandes avances como la redacción de la Constitución de 1917, que reflejó muchos de los ideales de justicia y equidad buscados por las clases bajas y medias.
Este ejemplo demuestra cómo el derecho a la revolución puede ser un motor para la construcción de un nuevo orden jurídico-político, legitimando la destrucción del antiguo régimen a través de la movilización popular. De una manera muy similar, la Revolución Rusa, que coincidentemente tuvo lugar en 1917, es otro caso paradigmático.
El proletariado euroasiático, hastiado de la guerra imperialista, y la profundísima precariedad social, ambos sostenidos por cientos de años a través de instituciones como la iglesia y la monarquía, derrocó al régimen zarista bajo el mando de importantes líderes políticos como Kerensky, Lenin y Zinoviev.
La República Socialista Federativa Soviética de Rusia, y más tarde la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, vieron un inédito nivel de desarrollo agrario, industrial y social a través del ejercicio de la lucha de clases (aunque con un costo humano superior incluso al de la Revolución Mexicana), que les permitió derrotar permanentemente a los ejércitos del fascismo en la primera mitad del siglo XX, y más tarde liderar proyectos como la erradicación de la viruela.
En China, el concepto de "Mandato del Cielo" fue históricamente fundamental en la legitimación de sus diferentes regímenes políticos. Según esta creencia, un gobernante legítimo debe contar con la aprobación divina para mantener el poder. Si el gobernante falla en su deber, pierde el Mandato del Cielo y, por ende, el derecho a gobernar, abriendo la posibilidad a que sea reemplazado a través del uso de la fuerza popular. A lo largo de la historia china, este concepto fue invocado repetidamente para legitimar revoluciones y cambios dinásticos.
La lección crucial de estos ejemplos es que el ejercicio de la fuerza en busca de
la voluntad popular debe ir acompañado de una visión clara de los principios y
valores que se buscan instaurar. La historia nos recuerda que el derecho a la
revolución es una herramienta poderosa, pero su manejo requiere cuidado y
responsabilidad para evitar caer en los excesos y distorsiones que pueden surgir en
medio del fervor revolucionario