En sus primeras elecciones intermedias, Barack Obama fue aplastado en las urnas por una belicosa maquinaria política republicana. Esa misma noche, el presidente salió a medios. Dijo, sin paliativos: Recibimos una paliza. Entendió el mensaje y el tiempo: aún podía corregir. Lo hizo. El hombre de estado, decía Lázaro Cárdenas, debe tener la sensibilidad en las yemas de los dedos. De que puede mejorar, puede, eso que ni qué, pero a casi un año de gobierno la administración del Presidente Andrés Manuel López Obrador es unauténtico desastre. Por más que se esfuerce todas las mañanas en dar sus propios indicadores, sus datos ilusorios, la realidadexpresa otra cosa: la economía está por los suelos y en el campo de la política ha generado desaliento aun entre sus mismos seguidores. Hoy tenemos un Presidente que no se ve ni se siente, que no habla con fuerza, que no tiene discurso, que parece ir sin rumbo fijo, sin dirección, sin acompañamiento. La gente lo ve solitario. No hablemos de la crítica de la “derecha”, sino de la propia “izquierda”, desde la más suavecita hasta la más radical, que no se prende con lo que hace, que no se motiva con lo que dice. A los de la extrema izquierda no termina de convencerlos porque saben que no habrá una auténtica revolución, que no habrá cambios sustantivos, que no habrá transformación de paradigmas ni de doctrina. No le creen. Los de la izquierda moderada (¿habrá?) lo dejaron solo, prefirieron alejarse del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) y ajustarse a lo poco que les queda de partido. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) lo tiene “entre ceja y ceja”, no lo deja en paz, no para de criticarlo por traicionar los auténticos y nobles intereses del indigenismo. Los intelectuales de izquierda permanecen escondidos en sus madrigueras, en las aulas, en los bares, criticando en lo oscurito, porque saben que en este gobierno no hay pensamiento definido, no hay ideología. No hay nada. El periodismo militante se lo ha tupido a más no poder; por más que tratan de darle espacios de difusión en sus portadas e interiores no saben ni cómo ayudarle. No se deja ayudar. Creo que ya ni Silvio Rodríguez, el trovador cubano más venerado en los últimos tiempos, el lírico de la Revolución, lo quiere apapachar. Si pensaba hacerle una canción como a Fidel Castro, se la pensará dos veces. No tendrá tela de dónde cortar. Los adultos mayores, los abuelitos del país, ya no quieren saber nada de él; se sienten defraudados, abandonados a su suerte. Unos cuantos billetes al bimestre no les ayuda en nada. No cura sus dolencias. Los soldados y marinos de la nación son agredidos, ofendidos, maltratados por gente enardecida, fuera de control, que sólo protege sus intereses ilícitos, perversos. Y el Gobierno Federal, más tibio que un huevo, sin ánimo de defenderlos. Grita quedito para no espantar al “pueblo bueno”. Los jóvenes sin estudio ni trabajo, “bendecidos” por la beca que les cae del cielo, siguen sin ganas de aprender ni de prosperar; la solución para sentirse más felices no es el dinero que les regala el gobierno, por eso lo utilizan para depilarse la piel, para parrandear con los cuates. Y los miles de estudiantes de medicina, los residentes que se parten el lomo, que se gastan la vida atendiendo a los pacientes de los hospitales del sector público, siguen sin ser escuchados. Total, que se conformen con lo que ganan. Los estudios no tienen valor en este gobierno de izquierda. Ya no hablemos de los casi cien mil mexicanos que se quedaron sin empleo en tan solo un año, sin importar su nivel académico, su grado de especialidad, su trayectoria laboral, sus necesidades familiares. Eso importa un carajo. Por eso este gobierno federal contrató puro cascajo, las sobras de las sobras; hoy están en los cubículos despachando los “auténticos revolucionarios”, los que no saben ni conocen, pero se entregan fielmente a la causa lopezobradorista. Para gobernar se requiere 99 por ciento honestidad y uno por ciento de capacidad. Así se ven las cosas a través de la mirada de un Presidente que no sabe gobernar, ni dirigir ni entender a una nación poderosa. Pobre México, tan lejos de Estados Unidos y tan cerca de Morena… ¿Así va el famoso dicho?
Y para terminarla de amolar, al Presidente Andrés Manuel López Obrador le está lloviendo fuerte –la tormenta crece- por la falta de resultados en la investigación del aparente crimen contra la ex gobernadora de Puebla, Martha Erika Alonso, y del senador Rafael Moreno Valle. Las investigaciones sobre la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa han quedado silenciadas –de manera sospechosa- por el gobierno federal; ya no se habla de estos jóvenes, cuando antes los “izquierdistas”gritaban a todo pulmón para encontrarlos. El choque verbal contra los medios de comunicación no se detiene; el Presidente de la República no desperdicia oportunidad para seguir ofendiendo a los periodistas, mientras estos siguen cayendo asesinadosen todo el país. Ya no hablemos de los feminicidios que se han detonado durante la administración lopezobradorista, los asesinatos a sangre fría en todo el país, el alto índice de secuestros, de robo a mano armada. Mejor callemos. Las cifras son irrefutables. “Nos vemos Mañana”…