Todos suman, pero hay sumas que restan
Por Ricardo Fuentes Lecuona 04 Julio 2023
Así las cosas...
Es una realidad que los partidos políticos de oposición en nuestro país se encuentran en la más profunda crisis que han enfrentado en su historia reciente.
El PRI, PAN, y en especial el PRD han visto su relevancia y legitimidad disipadas a manos del populismo morenista y, más aún, de sus propios tropiezos y sumisiones. Hechos como las aventuras legislativas en concertación con Morena y los polémicos relevamientos de las dirigencias locales de los partidos han alejado no sólo al votante promedio, sino también a facciones considerables dentro de sus propias agrupaciones políticas, debilitando aún más a la oposición.
En las últimas semanas se ha hablado mucho sobre el 2024: alianzas, nombramientos, candidaturas, etc, y si bien el contexto federal ha sido el centro de la atención, de igual importancia es considerar el futuro de la política regional, ya que además de los cargos en el Congreso y la Administración Pública Federal, se elegirán 9 gobernadores, 31 congresos locales, 16 alcaldías y 1580 ayuntamientos.
Los partidos, como respuesta a dichos sucesos, cuentan con dos opciones: la primera, dar paso a la ciudadanización y desatrincherar el monopolio de las clases políticas y sus barones; la segunda, vaciarse otro cargador en el pie y buscar incluir a todavía más caciques con pasados turbios y alevosos.
Unir fuerzas entre grupos políticos no está mal, al contrario, vivimos en una etapa de la historia en la que debemos dejar a un lado nuestras diferencias para enfrentar un asalto a la democracia. Entonces, si los brazos están abiertos, ¿cuál es el problema?
Veamos, la realidad política actual es un resultado directo de las malas administraciones y gestiones de los últimos años, las promesas rotas, la corrupción, la impunidad y el estancamiento de los servicios públicos. Esto causa que el votante rechace darle una segunda oportunidad a los mismos actores políticos que en el pasado inmediato lo han defraudado.
Si bien las personalidades más polémicas como los expresidentes Calderón y Peña Nieto ya quedaron fuera, el reciclaje de las ya desestimadas élites políticas en el PRI y el PAN continúa siendo el principal obstáculo a su meta de reconciliar a la ciudadanía, que desea algo distinto al autoritarismo populista, pero no quiere volver a la misma política de antes.
La situación previamente mencionada genera un impasse, ya que las estructuras de poder en las agrupaciones políticas están dominadas precisamente por los mencionados actores reciclados. Este problema genera que los líderes políticos no se sientan cómodos cediendo sus posiciones de poder a nuevos proyectos o personajes, por lo que terminan acudiendo a otros como ellos, perfiles que brinden legitimidad política y no pongan en riesgo sus estructuras o su poder.
Morena es culpable de lo mismo, por cierto, pero ese partido innegablemente
cuenta con muchísimo más apoyo popular, por lo que puede costearse invitar a
personajes del pasado como Bartlett, Nahle o Durazo. Es la oposición quien no debe
seguir apostándole a exlíderes desacreditados y caciques del pasado,
especialmente a nivel local, donde las redes de poder e influencia son más directas.