Dicen que la política es el arte de lo posible. Un buen político debe poder ver qué es viable lograr y darse cuenta cuando algo simplemente no se puede. Pero eso no es lo que estamos viendo. Estamos viendo una verdadera conjura de necios. La conjura de los necios es una novela famosa escrita por John Kennedy Toole, en la que cuenta la historia de un hombre inadaptado y anacrónico que está convencido de que su moral es superior a la de los demás. Cree que su misión es imponer su múltiple visión del mundo. Sin embargo, la realidad lo atrapa y lo arrastra irremediablemente. Es una historia divertida y triste, y sirve como metáfora de lo que está viviendo México en estos momentos. Con un presidente que está obsesionado con el petróleo y que está convencido de que su sentido de lo moral es suficiente para derrotar a todos los problemas, nuestro país enfrenta un futuro incierto. En estos días hemos enfrentado dramáticas noticias. Por un lado, la caída histórica de los precios del petróleo. Nunca se había visto que el hidrocarburo bajara de cero dólares por barril. Si bien ya hubo una recuperación, nuestro petróleo hoy vale menos que nunca, y gastamos más en producirlo de lo que se gana con venderlo. Sumado a eso, el colapso económico por la emergencia sanitaria ya está golpeando duro a las familias. Se estima que las remesas que llegan de nuestros paisanos en Estados Unidos podrían caer según informes hasta en un 20%. Eso es catastrófico para millones de familias que dependen de esos ingresos para sobrevivir. Miles de empresas pequeñas están quebrando, dejando una estela de desempleados. Si bien el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha anunciado una serie de medidas para enfrentar la crisis económica, sus propuestas demuestran que lo único que piensa es hacer más de lo mismo. En estos días, reiteró que si bien se darán créditos, su plan se mantiene firme. No dejará de construir Dos Bocas, a pesar de que hoy es inexplicable su existencia; continuará con el Tren Maya, que está muy lejos de ser una prioridad. Mantendrá su sistema de distribución de recursos públicos como Sembrando Vida y Jóvenes Construyendo Futuro, pero a costa de destruir en lo posible programas de becas a científicos, académicos y artistas. De paso, castigará a la burocracia que hoy más que nunca necesita sentirse apoyada por su propio gobierno. López Obrador se ha rodeado de un equipo obediente y silencioso, que no se atreve a levantar la voz ni a contradecir a su líder. Es un equipo apagado y reprimido, en el que solo un par de figuras pueden darse el lujo de figurar: Marcelo Ebrard, el canciller y multisecretario, y debido al coronavirus, el ya famoso subsecretario López Gatell. Es un equipo que reafirma la necesidad de su líder, en lugar de contribuir a orientarlo hacia la construcción de mejores caminos. La obstinación es confundida en este gobierno con determinación y fuerza de voluntad, pero en realidad es simplemente eso: necedad. Existe la convicción de que la realidad terminará por darles la razón, a pesar de que una y otra vez les demuestre lo contrario. El presidente, por ejemplo, ha prometido que creará dos millones de empleos, pero solo en marzo desaparecieron todos los empleos que se crearon en 2019. Es una promesa al aire, llena de optimismo y convicción, pero sin sustento en la realidad. Vienen tiempos difíciles para millones de personas en todo el mundo. No hay país que no vaya a sufrir por el impacto social y económico de esta emergencia. Nuestras economías van a cambiar y va a haber muchas víctimas.
GOTA Y CHISPA:
Esta administración corre el riesgo de pasar a la historia no por sus logros, sino por entregar un país más pobre que el que recibió. Pero hay caminos por los que se pueden hacer cosas para aminorar ese impacto y que sea más tolerable y, sobre todo, que la recuperación sea más pronta. Tenemos que seguir alzando la voz, llamando a nuestras autoridades a rectificar el camino, a cambiar el rumbo, a entender que cambiar de opinión no es debilidad. Adaptarse a la realidad no es un acto de cobardía. Asumir los hechos y enfrentarlos, ajustándose a ellos, es un acto de valor. Hoy más que nunca, necesitamos llamar a nuestro gobierno a tener la valentía de cambiar de rumbo. No solo el legado de Andrés Manuel López Obrador está en juego. Está en juego la vida de millones de familias mexicanas. “Nos vemos Mañana”…