Si las intenciones califican a las acciones, tenemos a la vista un ejemplo de demagogia pura.
Pretender implementar una política pública sin la adecuada planeación es una aberración. Me refiero al Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), que reemplazó al Seguro Popular este primero de enero. Este es un caso más en el que el Gobierno del Presidente Lopez Obrador, se avienta, para decirlo decentemente, como el Borras, y hace cambios radicales porque no cree en la técnica, sino en las buenas intenciones como principios básicos de su cuarta transformación.
Con la salud no se juega…
Los exsecretarios de Salud, Salomón Chertorivski y Julio Frenk, que son dos profesionales en la materia, reconocidos internacionalmente, argumentan en un artículo publicado en Reforma, que el Insabi “nació con múltiples defectos, sin reglas de operación, sin manuales, sin una planeación detallada de su implantación, sin una fase piloto de prueba y sin mayor presupuesto. Por tanto, hay muchos vacíos que generan incertidumbre y esto trastoca la operación diaria”.
Cuando priva la confusión es fácil que se caiga en la contradicción.
El arranque del Instituto de Salud para el Bienestar ha sido errático y preocupante. En efecto. El gobierno de la cuarta transformación está atrapado en un problema de información que llama la atención. Por el momento, lo único que nos queda claro es que existe una pésima comunicación por parte de los ejecutores de este cambio, y si se une este problema al debate por el control de los recursos, no es cosa menor; pues estamos hablando de miles de millones de pesos al año.
El Insabi está muy lejos de ser la panacea prometida de atención tipo Dinamarca o Noruega.
El desaseado arranque del Insabi evidencia que el lema “por el bien de México, primero los pobres” es pura demagogia. En los hechos, primero son los pobres, efectivamente, ellos seguirán siendo los más afectados. La llegada del Insabi, que el Presidente Lopez Obrador prometió daría acceso a servicios de salud a los pobres como en Dinamarca o Noruega, es un sueño guajiro el cual, la mayor parte de los Gobernadores están dispuestos a compartir con él.
Ni hablar…
Hay que ser del todo ignorante o tener una gran dosis de cinismo para declarar que con el Insabi la medicina pública se ha vuelto humanitaria y que ya no será un producto de la corrupción como asegura el Presidente Lopez Obrador. Es una gran mentira decir que ahora la atención es gratuita y universal cuando ni siquiera el nuevo esquema está fondeado presupuestalmente y cuando a un año y un mes de gobierno de la 4T, aún no se terminan de comprar las medicinas suficientes.
Favor con favor se paga y el Gobernador que quiera estar bien con el Presidente Lopez Obrador, tendrá que firmar el convenio con el Insabi sin chistar.