Andrés Manuel Lopez Obrador, esta ética, moral e históricamente derrotado.
Es cierto lo que dice Lopez Obrador. Ha habido tres grandes transformaciones en la historia de México, la Independencia, la Reforma, la Revolución, y ahora, Lopez Obrador, quiere llevar a cabo la cuarta transformación. Se oye bonito, sin embargo, en una rápida recapitulación vale la pena recordar lo que nos dejaron esas transformaciones. La Independencia parió un emperador. La Reforma produjo la pérdida de casi la mitad del territorio nacional y la Revolución los efectos que hoy padecemos.
Si de traidores a la Patria se trata, son varios los que caben en el basurero de la historia.
Dice Andrés Manuel Lopez Obrador que tomara como ejemplo a Don Benito Juárez García, y no anda muy errado el tabasqueño. Don Benito Juárez gobernó en forma ininterrumpida de 1858 a 1872. Tras el Restablecimiento de la República se reeligió de 1867-1871 y 1871-1875 periodo que no concluyó solo porque murió. También, por si usted no lo sabía, Santa Anna no firmó el tratado Guadalupe-Hidalgo. Fue Juárez quien lo firmo y fue el mismo quien entregó la mitad de Mexico a Estados Unidos.
Benito Juárez fue un dictador que muy pocos conocen.
Ignacio Ramírez, El Nigromante, consideraba a Benito Juárez como "el más despreciable de los personajes en la década de 1870”. ¿Lo duda usted? Vayamos a los hechos: Benito Juárez ratificó un documento que habría hecho ver al país como un protectorado estadounidense, conocido como el tratado de McLane-Ocampo, en el cual, en pocas palabras, se vendía a perpetuidad el Istmo de Tehuantepec a los Estados Unidos, por un pago de cuatro millones de dólares.
Digámoslo en palabras de El Nigromante: “¡Juárez, lo único que procura siempre es poner a salvo su persona, es enérgico únicamente contra cualquier pretendiente a su silla presidencial”.
La firma del tratado McLane-Ocampo era de particular importancia para Benito Juárez, porque representaba el reconocimiento de los Estados Unidos de América a su gobierno y de esta forma el gobierno liberal obtenía automáticamente el apoyo militar estadounidense. Aunque el tratado no fue ratificado por los problemas internos de Estados Unidos, sirvió para que ese país reconociera al gobierno juarista y, consecuentemente, que pudiera derrotar a sus oponentes políticos.
Si Lopez Obrador quiere pasar a la historia como Benito Juárez, hagamos esta reflexión:
Despertar al México bronco está a la vuelta de la esquina y López Obrador no podría calmar el descontento social que el mismo ha generado. Si bien es cierto que este líder mesiánico tiene fuerza y credibilidad en una amplia base de ciudadanos que, dicho sea de paso, están tremendamente fanatizados, su voz no será suficiente para detener el monstruo que implica el descontento de decenas de millones de mexicanos desilusionados que ya no tendrían nada que perder pues hasta la esperanza les habría arrebatado.
La “Cuarta Transformación” será del principio del fin de la vida pública de Mexico.