GILBERTO RINCON
Por Rubén Medina 20 Julio 2020
Construyamos México
Conocido en el pasado como miembro de
la izquierda más tradicional, Rincón Gallardo adquirió renombre cuando fue
candidato a la Presidencia de México en el año 2000, al
frente del ahora extinto partido de Democracia Social, generando amplias
polémicas por sus posturas reformistas y por ser el primer partido del México
moderno en denunciar, durante su campaña, la gran discriminación que se vive en
el país, además de asumirse abiertamente socialdemócrata.
El joven Rincón Gallardo, tras apoyar
en su candidatura por la presidencia en 1958 al líder del Partido Acción Nacional, Luis H. Álvarez, decidió unirse a las luchas
obreras y sociales encabezadas por la izquierda socialista en México. Compañero
del ingeniero Heberto
Castillo — quien a su vez fuese el heredero político del
General Lázaro Cárdenas del Río —, de los líderes
ferrocarrileros Valentín
Campa y Demetrio
Vallejo, Rincón Gallardo participó en la fundación del Movimiento de
Liberación Nacional, encabezado por el entonces expresidente Cárdenas del Río
en la década de 1960. Ahí colaboró por primera vez con el hijo del
general, Cuauhtémoc Cárdenas, quien empezaba en aquel
entonces su carrera política.
En 1964, Rincón Gallardo fue candidato
a diputado para el 11º distrito por parte del Frente Electoral del Pueblo
(F.E.P), lo acompañaban en aquella ocasión el famoso muralista David Alfaro Siqueiros, el periodista y
escritor Renato
Leduc (ambos competían por la senaduría del DF) y Valentín
Campa, entre otros. También fue parte de la dirigencia del Partido Comunista Mexicano y
del Partido Socialista Unificado de
México, así como del Partido Mexicano Socialista,
organización que tras ceder la candidatura del ingeniero Heberto
Castillo a favor de Cuauhtémoc Cárdenas dio inicio al PRD en
1989.
Su lucha política de izquierda le llevó
a ser apresado en 32 ocasiones, siendo según la revista Época "el
mexicano que más veces ha estado en la cárcel", aunque el propio Gilberto
reconoce en entrevista con el reportero Fredy Secundino: “no siempre estuve en
una prisión de manera formal, en ocasiones eran una especie de secuestros que
duraban 24 o 48 horas”. A pesar de ser hombre de izquierda, el abogado Rincón
Gallardo no se dejó llevar por el dogmatismo de los comunistas; por el
contrario, siempre manifestó la idea de la izquierda pacífica y democrática, al
grado de pedirle al líder guerrillero Lucio
Cabañas que abandonara las armas.
En 1999, tras su renuncia al Partido de la Revolución
Democrática, formó junto con un grupo de intelectuales, exguerrilleros,
funcionarios y militantes de diversas ramas de la izquierda, así como de
diversas ONGs, el partido Democracia Social, que lo
postuló como su candidato a la presidencia en 2000. Este
instituto político se declaró abiertamente socialdemócrata e impulsó propuestas
polémicas como las leyes de sociedades de convivencia y la despenalización del
aborto, además de hacer hincapié en la igualdad de género y lucha contra la
discriminación.
En el primer debate presidencial del año 2000. Rincón Gallardo tuvo la
sensibilidad de hablar en ese primer debate presidencial a quienes nunca nadie
había atendido: las minorías. Mis contendientes que ofrecen
el cambio no valoran, sin embargo, que la sociedad ya cambió y se les olvida
que el cambio en México no puede ser obra de un solo individuo, se les olvida
que el cambio no tiene dueño. Decir: “el cambio soy yo” es lo más viejo que
existe en la política mexicana. Sólo podremos lograrlo si impedimos que un solo
individuo decida por todos. El verdadero cambio radica en acabar con las
exclusiones, que nadie vuelva a dejar fuera a las minorías políticas, a las
mayorías sociales, a todos los que expresan el México diverso.
Gilberto fue el primero que le habló
sin tapujos a la diversidad sexual; a las mujeres que peleaban por su derecho a
decidir; a los indígenas, en el 2000 la herida del conflicto armado en Chiapas
estaba mucho menos olvidada que ahora, e incluso me habló a mí, un niño que con
9 años le pidió a su papá que por favor votara por Gilberto. Su crítica
principal fue al presidencialismo, a esa idea de que el voluntarismo de una
sola persona podía transformar a México. Quizás la frase que más me resonará de
sus participaciones será:
No
podemos aceptar que un solo grupo, utilizando la fuerza de gobierno, impulsa su
moral y su visión del mundo a todos los ciudadanos. En este país somos mucho
más que dos y exigimos respeto para la diversidad.
La coyuntura política que estamos
experimentando nos hace sentir que no hay matices, que no hay posibles áreas de
encuentro. La propuesta de Gilberto siempre fue el reformismo, la política del
encuentro y el diálogo público. Se quejó amargamente de cómo el congreso del
periodo 97-2000 se había convertido en “un circo”. No sé cómo calificaría a
nuestro poder legislativo contemporáneo, pero definitivamente reconocería que
en lugar de corregirse sus fallas se han profundizado. Hoy somos muchos
mexicanos que buscamos un espacio político de encuentro, la construcción de
soluciones que no excluyan a nadie, reconocer que se puede no estar de acuerdo
con una postura de manera sincera, sin ser cómplice de ninguna mafia
simplemente porque se piensa distinto.
Repensar el régimen presidencial y lo
que él llamaba “una profunda reforma del Estado” sería el mejor homenaje a su
legado, pero también cuidar las instituciones que para limitar el poder en los
últimos años hemos construido. El camino que tomamos para construir nuestra
democracia merece ser defendido. Ya decía Rincón que su propuesta era “un país
de instituciones que controle con la ley a cualquier gobernante y que impida la
continuidad del poder personalizado”. En 2019 como en el 2000, es momento de
darle una Rosa a México.
* Saul Vázquez Torres, internacionalista por el ITESM Campus Santa Fe.