La vida de tambor del “Chuyin”
Por Luis Fernando Najera 29 Septiembre 2021
Crónica Negra
Los Mochis, Sinaloa, 29 de septiembre del2021.- Tam tam tam tam se escucha en esa calle renovada del primer cuadro de la ciudad cuyo aroma es a caño.
Las personas salen de sus negocios, otros paran su caminar, pues el sonido es típico de un tabor de judío, pero para entonces, la Semana Santa ya ha quedado atrás y no hay fariseos rondando en ningún centro ceremonial, a excepción de los responsos, que son los velorios de aquellos que dedicaron sus vidas a vivir esa tradición muy de los yoremes.
Los curiosos a nadie en la calle. No hay judíos. Solo está en esa banqueta un hombre flaco en una silla de ruedas que lleva dos palos de trapeador en sus manos y un garrafón de jabón líquido en el regazo. Él se tapa el rostro con cubrebocas negro.
El tamborileo ha cesado, y todos se introducen a las oficinas refrigeradas.
Luego, tras unos minutos, el tam tam tam tam retorna y aguzando el oído se escuchan cánticos que nadie atina a resolver qué son.
Y de nuevo salan a la calle, en un intento de descubrir al judío despistado. Pero no hay tal, es el hombre de la silla de ruedas quien toca y cantan.
Es el “Chuyín”, un residente del viejo barrio de la ciudad.
Ya está entrados en años. Seis décadas carga en sus espaldas, porque sus piernas ya casi no le responden. En ellas hay cicatrices como surcos. La piel se hunde hasta el hueso, y él lo sabe.
Estando preso en la cárcel de Mazatlán, un preso lo garroteo. Le partió en tres secciones las dos piernas, desde las rodillas hasta los tobillos.
En aquel entonces, cuenta, el tipo le buscaba la cabeza para descalabrarlo, pero él se la protegió con sus manos a tal grado que le fueron machacadas a batazos.
Estaba sentenciado a 5 años por un robo que asegura no cometió. “Fui un chivo expiatorio”, aclara.
Luego de su libertad y de una vida llena de drogas, desde inhalar solventes hasta fumar metanfetamina, o pegarle al “chemo” y hasta el “grillo”, el “Chuyín” recapacitó.
Entonces descubrió a los judíos y se encuadro por gusto.
Allí aprendió el tam tam tam tam y lo acompaso con corridos, boleros, baladas y con todo lo que se le ocurra.
Es tan pobre que no la alcanzó para comprarse baquetas y el tambor. Por eso hizo las propias. Serruchó el palo de un trapeador, le enredo tela en un extremo y junto de la basura el garrafón de jabón líquido. Se montó en su silla de ruedas y en ella recorre el centro de la ciudad.
Tocando el tambor de garrafón se confunde con un judío, pero es el “Chuyin”, quien así mendiga su sobrevivencia