Opinion

Uso de la fuerza

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Por Moisés Gómez Reyna 15 Junio 2020

Perspectiva

En días recientes, varios casos de abuso de la fuerza por parte de policías locales en diversos estados del país acapararon la atención de la opinión pública.

El primero fue el del joven Giovanni López, presuntamente torturado y asesinado por elementos de la policía municipal de Ixtlahuacán de los Membrillos, en Jalisco.

Luego se conoció el caso de Carlos Andrés Navarro, de 33 años, detenido presuntamente por alterar el orden por parte de policías estatales en Xalapa, Veracruz, y que en un cuartel fue golpeado hasta la muerte. 

El más reciente es el del joven futbolista de tercera división Alexander Martínez, de 16 años, quien sin estar armando fue asesinado en un ataque directo a manos de la policía del municipio de Acatlán, en Oaxaca.

Todos estos casos vienen a recordarnos de manera trágica la falta de atención en que se encuentran los cuerpos policiacos municipales y estatales de prácticamente todo el país.

Hasta hoy la lucha contra el crimen organizado ha acaparado los reflectores y todos los esfuerzos se han concentrado en mejorar a las fuerzas federales.

Incluso se dotó a la Guardia Nacional de un protocolo para el uso de la fuerza y hasta ahora se puede decir que no existen incidentes graves por parte de esta institución, a pesar de la complicada lucha que debe desarrollar contra los violentos grupos de la delincuencia organizada.

Pero en contraste, las policías locales que son los principales responsables de prevenir, perseguir e investigar los delitos del fuero común (robos, violaciones, feminicidios) y llevar a los delincuentes ante la justicia, continúan sin ser debidamente preparadas para asumir su rol contra la delincuencia.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Estándares y Capacitación Profesional Policial (Enecap), elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) y presentada en noviembre de 2018, las policías preventivas estatales y municipales representan el 76.1% de todas las fuerzas policiales del país. Mientras que los elementos federales sólo comprenden el 10% del total.

En las fuerzas federales, el 43.7% de los agentes tienen educación de nivel superior, mientras que en las policías preventivas estatales y municipales sólo el 12.7% de sus elementos cuenta con estudios profesionales.

Casi 1 de cada 3 policías locales desarrolla otra actividad para complementar sus ingresos económicos.

Por otra parte, mientras el 97.3% de los elementos de seguridad federales recibieron algún curso de formación inicial al ingresar a la corporación, en las policías municipales esa proporción desciende a 74.1%.

La encuesta también revela que las policías municipales son quienes más recurren al uso de la fuerza, ya que el 77.4% de los agentes la han empleado en el desempeño de sus funciones. En contraste, el 73.2% de los policías estatales utilizan este recurso.

Para avanzar hacia una mejor seguridad pública, es indispensable que las policías locales sean depuradas, capacitadas y asuman completamente su papel de prevención, proximidad, investigación y combate del crimen en flagrancia, todo sustentado en inteligencia, evidencia científica y pleno conocimiento de la ley.

Sólo de esa forma los verdaderos criminales serán llevados ante un juez y tendrán una sentencia adecuada y sustentada por sus delitos, y no saldrán impunes por violaciones al debido proceso, fabricación de pruebas o carpetas de investigación mal sustentadas.

En definitiva, si se desea obtener verdaderos resultados contra la delincuencia común y además acabar con los abusos en el uso de la fuerza por parte de las policías locales, es fundamental que la Federación, los estados y los ayuntamientos asuman cada uno su responsabilidad y tomen acciones urgentes para modernizar y mejorar a los cuerpos policiacos estatales y municipales.

Es hora de que los mandos hagan la tarea y tomen este “toro por los cuernos”.

Twitter: @GomezReyna

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