Opinion

A veces, la historia requiere un empujón

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Por Ricardo Fuentes Lecuona 15 Julio 2024

Así las cosas...

Es innegable que México vive bajo el yugo de una red de intereses oligárquicos pertenecientes a la clase política, militar y económica. Esta realidad es vigente desde la generación misma del Estado independiente, comandada por la fuerza organizada de la burguesía mercantilista. El estudio histórico de nuestra sociedad erró al señalar que los grandes capítulos de nuestra historia fueron grandes triunfos de la libertad y la ley.

En realidad, aquellas experiencias históricas (la Independencia, la Reforma y la Revolución) consistieron en una pugna por las riendas del Estado burgués, la administración del capital y el monopolio de la violencia. Las luchas sociales y movimientos populares que se presentan en la narrativa oficial como gestas heroicas del pueblo mexicano han sido, en muchos casos, sofocadas o cooptadas por los mismos intereses que dicen combatir. La Revolución Mexicana, por ejemplo, es frecuentemente celebrada como una rebelión que trajo justicia social y redistribución de tierras.

Sin embargo, al examinar más de cerca los resultados, se observa que muchas de las promesas revolucionarias fueron incumplidas y los beneficiarios finales fueron, en gran medida, los mismos grupos oligárquicos que simplemente se reinventaron bajo nuevas máscaras. ¿Suena parecido? ¿No es esta nueva “transformación” sólo el disfraz de una nueva era de dictadura oligárquica? Promovida como un cambio radical y profundo en la vida política y social del país, la nueva cara de la oligarquía política incumple tajantemente con las expectativas de nuestra sociedad.

Bajo el lema de la lucha contra la corrupción y la pobreza, se perpetúan estructuras de poder que benefician a una élite reducida, mientras las promesas de justicia social y equidad permanecen incumplidas. La persistencia de la violencia, la desigualdad y la impunidad pone en evidencia que los cambios prometidos no logran desafiar los intereses establecidos. El despotismo, la influencia del Capital internacional ligado al complejo militar industrial, y el manejo discrecional del poder siguen en manos de unos pocos, quienes manipulan el aparato estatal a su favor.

Los grandes triunfos de la sociedad no han sido el resultado de concesiones políticas, sino de luchas incansables por la verdadera emancipación, contra la burguesía y el Capital. Todos nuestros derechos están cubiertos de sangre. El porvenir de la liberación de nuestro pueblo no llegará votando, pasando leyes o reformando las instituciones, sino del derrocamiento del Capital como hegemón político. El futuro de nuestra sociedad depende de nuestra capacidad de arrebatarlo de las garras de la insaciable máquina del imperialismo, externo e interno.

No podemos esperar a que las contradicciones internas del Capital eventualmente lleven a su colapso. No podemos esperar a que la historia se escriba sin nosotros. Hay que tomar la vanguardia. No más concesiones. No más compromisos. A veces, la historia requiere un empujón, y el momento para él tendrá que llegar pronto si queremos romper las cadenas, emancipar a los pueblos y salvar al plan.