Opinion

Debate: Pensando nuevas realidades políticas

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Por Ricardo Fuentes Lecuona 10 Abril 2024

Mas allá de la verdad

En medio del fervor de la “democracia” moderna, uno de los eventos más esperados y cruciales es el debate presidencial. Este escenario brinda a los ciudadanos la oportunidad de evaluar a los candidatos, sus propuestas y su capacidad para liderar el país. Sin embargo, en muchas ocasiones, este debate se convierte en un reflejo de una profunda desconexión entre la clase política y la ciudadanía, lo que a su vez alimenta un sistema que algunos denominan como "Dictadura del Capital", una forma de oligarquía encubierta bajo los ropajes de la democracia.

La Dictadura del Capital se define por la concentración de poder en manos de una élite política que es siempre sumisa al capital, y que actúa en su interés en lugar del interés general de la sociedad. En este sistema, los políticos han perdido de vista el propósito fundamental de su posición: servir al pueblo. En lugar de representar y abogar por los intereses de los ciudadanos, muchos políticos parecen más interesados en mantener y consolidar su poder, utilizando tácticas que van desde el populismo hasta la corrupción.

El debate presidencial, que debería ser una plataforma para discutir ideas y soluciones para los problemas que enfrenta la nación, a menudo se convierte en un espectáculo de egos inflados y retórica vacía. Los candidatos pasan más tiempo atacándose entre sí y defendiendo sus agendas partidistas que abordando las preocupaciones reales de la ciudadanía. Nos estamos quedando sin agua y hablan de digitalización, mienten abierta y orgullosamente sobre “logros”, y hacen a un lado los temas más importantes para gran parte de la población (género y discrminación).

Esta desconexión es evidente en la falta de discusión sobre temas cruciales como la desigualdad económica, la crisis climática, la justicia social y la corrupción. Una de las razones fundamentales de esta desconexión es la creciente distancia entre la clase política y la ciudadanía. Los políticos profesionales, en su búsqueda de perpetuar su poder, a menudo se aíslan en sus círculos de élite, alejados de las realidades y preocupaciones cotidianas del pueblo. Esta separación crea un abismo entre gobernantes y gobernados, minando la confianza en las instituciones democráticas y perpetuando un ciclo de descontento y apatía entre los ciudadanos.

La dictadura del capital no solo socava los principios fundamentales de la democracia, sino que también puede conducir a un deterioro progresivo de la sociedad.

Cuando los intereses de una minoría privilegiada predominan sobre los de la mayoría, se perpetúa la desigualdad, la injusticia y la exclusión. La falta de representación genuina y la falta de rendición de cuentas alimentan la desconfianza en el sistema político, lo que a su vez puede llevar a una mayor polarización y conflictos sociales.

El debate presidencial, en última instancia, se ha convertido en un símbolo de esta rancia realidad política, donde los candidatos jamás estarán verdaderamente comprometidos con escuchar y responder a las preocupaciones de la ciudadanía. Solo pensando en alternativas a dicho sistema se podrá superar la desconexión entre la clase política y la sociedad, y avanzar hacia un sistema político más inclusivo, justo y verdaderamente democrático.