Jóvenes en el ojo del huracán
Por Moisés Gómez Reyna 01 Junio 2020
Perspectiva
Si existe un grupo de la población que se ha visto
especialmente afectado por los efectos económicos y sociales de la pandemia del
Covid-19, ese ha sido el de los jóvenes.
De acuerdo con un estudio de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT), en este grupo es sobre el que se han aplicado
los mayores recortes de personal y de horas de trabajo para contrarrestar los
efectos de la crisis económica en las empresas.
Actualmente, señala la OIT, al menos 1 de cada 6
jóvenes no trabaja desde el inicio de la emergencia sanitaria.
Además, los que han logrado conservar su empleo han
visto una reducción del 23% en sus horas de trabajo y, por lo tanto, sus
ingresos han caído de manera sustancial.
El informe advierte que la pandemia tiene un triple
impacto en los jóvenes ya que, además de destruir sus trabajos, impacta su
educación y formación, y llena de obstáculos el camino de los que buscan entrar
al mercado de trabajo o cambiar de empleo.
En México, hasta ahora las cosas no han sido
distintas. De acuerdo con datos del Instituto Mexicano del Seguro Social
(IMSS), entre marzo y abril de este año se han perdido en el país más de 685
mil empleos formales, de los cuales el 55% eran ocupados por jóvenes de 15 a 29
años.
De los despidos realizado durante la crisis
sanitaria, sólo el 43.8% ha correspondido a adultos entre los 30 y 59 años,
mientras que sólo el 1.2% han sido entre adultos mayores de 60 años.
No hace falta ser un experto para deducir que, si no
se toman medidas inmediatas y significativas para mejorar la situación de los
jóvenes, el legado del coronavirus afectará durante décadas a la sociedad.
Incluso podría hacer mucho más difícil la reconstrucción
de la economía “post-Covid”, ya que el talento, energía e innovación de los
jóvenes es indispensable para el crecimiento de las empresas y la economía.
¿Qué sería de empresas como Apple, Google o
cualquiera compañía tecnológica sin el talento de los jóvenes?
En el peor de los casos, estaríamos ante el riesgo
del surgimiento de una “generación perdida”, la cual tendría que afrontar una
exclusión permanente de los mercados laborales, ya sea por falta de
oportunidades o de competencias.
En este sentido, la OIT instó a los países a poner
en marcha políticas concretas y a gran escala de protección y apoyo específico
para los jóvenes.
Adicionalmente, urgió a los gobiernos a aumentar las
pruebas para detectar casos de Covid-19 y el rastreo de contactos, ya que donde
se realizan pruebas rigurosas, se han perdido menos empleos y horas de trabajo.
La razón es sencilla: Las pruebas y rastreo reducen
la dependencia de las medidas de confinamiento estrictas; promueven la
confianza de los ciudadanos y, en consecuencia, estimulan el consumo y apoyan
el empleo; y las pruebas también contribuyen a minimizar la interrupción de las
actividades en los centros de trabajo.
En el caso de nuestro país, se requiere con urgencia
que el Gobierno federal y los gobiernos estatales pongan en marcha programas de
estímulo, reactivación y recuperación de empleos especialmente enfocados a
jóvenes.
La aplicación de pruebas y el rastreo de contactos
podrían por sí mismos crear nuevos empleos, si bien temporales, pueden estar
dirigidos precisamente a este grupo de la población.
También es crucial que las instituciones de
educación del país adapten en breve sus planes de trabajo y estudio a la nueva
normalidad, de manera que no se postergue más la formación y transferencia de
conocimientos hacia los jóvenes.
Estamos a tiempo de actuar. No podemos permitir el
surgimiento de “generación perdida”, no al menos, sin hacer algo para evitarlo.
Twitter:
@GomezReyna