Opinion

La Opinión de Lagarda: 09 octubre 2019

new.author
Por Juan Francisco Lagarda 09 Octubre 2019

La Opinión de Lagarda

Cuando tenía yo alrededor de los 7 años de edad, mi tía Lulú, hermana de mi papa, tenía un novio (que después se convirtió en su marido, pero eso ya es otra historia) y desde que lo conocí me dijeron que esta persona por ser novio de mi tía, pues también era mi tío… muchos años duraron de novios, y le fui tomando cariño y hasta cierta admiración, en gran parte porque cada vez que yo estaba de visita por ciudad Obregón, Son. Él y mi tía me llevaban a pasear todos los días, ya fuera al parque ostimuri, a la laguna del Nainari, al cine, a jugar videojuegos, etc., la admiración siguió creciendo y como es natural en un niño de corta edad, quise comenzar a ser como mi tío, y la primera acción a seguir era comenzar a vestir como el, por aquel entonces el usaba una prenda en específico que era la clave de todo, un par de zapatos tipo mineros denominados "Monstruos", pues bien, como todo buen niño me decidí a conseguir esos zapatos, no me interesaba nada que no fuera el poder conseguir esos zapatos, me emberrinche, chantajee, negocie, hasta que finalmente en una de las rabietas que le hacía a mis papás, mi tía me escucho y junto con mi tío decidieron comprarme esos zapatos por los que tanto alboroto había hecho… ese mismo día por la tarde, finalmente mi sueño se hacía realidad, me llevaron a la zapatería, pidieron un par de zapatos de mi número y me ayudaron a ponérmelos, no necesite más de 5 pasos para darme cuenta de lo espantoso que iba a ser caminar por el mundo con esos zapatos, eran enormes, incomodos, pesados y me lastimaron los pies desde el momento en que me los puse. Si bien era yo un niño de 7 años, sabía perfectamente que después de las semanas de infierno que le había dado a mi familia con tal de conseguir esos zapatos, no podía salir con la novedad de que mejor no los quería, así que me decidí a aguantar vara, me deje puestos los zapatos y pensé que, así como con los zapatos escolares, si lograba caminar un poco con ellos lograría ahormarlos y todo quedaría resuelto. Aquel día por la tarde salí de esa zapatería con la frente en alto y dispuesto a enfrentar aquel dolor que me generaban esos zapatos, convencido totalmente de que lograría ahormarlos y que todo estaría bien, lo recuerdo como si fuera ayer, y hasta la fecha esta anécdota sigue siendo motivo de algunas risas en las reuniones familiares, logre caminar 4 cuadras en el centro de Cd. Obregón, 4 cuadras que para mí se sintieron como si hubiera sido el maratón de Nueva York, fueron solo 4 cuadras cuando me tire al piso y confesé que ya no podía, que desde que me los medí supe que no eran para mí y que no había manera de que yo pudiera usar esos zapatos, la honestidad inmediatamente se sintió bien, me permitió quitarme esos zapatos que tanto dolor me causaban, y de cualquier manera, al final, mi periodo de negligencia fue lo suficientemente largo como para alcanzar a lastimarme los pies, pero también lo suficientemente corto como para que mis tíos alcanzaran a devolver el par de zapatos y recuperaran su dinero.

Les escribo esta historia porque a últimas fechas no he podido dejar de comparar la irresponsabilidad y el berrinche cometido por aquel niño de 7 años, con lo que le está pasando a Culiacán con su presidente municipal, un personaje que, como aquel niño de 7 años, se aferró a cumplir un berrinche que un día se le metió en la cabeza y sin saber si estaba preparado o no para obtener lo que deseaba, dedico todo su tiempo y esfuerzo para conseguirlo. En la elección del año pasado, el tsunami electoral llamado Andrés Manuel López Obrador se convirtió en la tía consentidora que contra todo pronóstico le cumplió el berrinchito al niño y le dio lo que quería sin saber si realmente iba a poder con el paquete; y así como aquel niño, Estrada Ferreiro se dio cuenta desde el inicio de su mandato de que no podría con el mismo, pero a diferencia del infante que claudico en sus esfuerzos después de 4 cortas cuadras, el alcalde de Culiacán no ha logrado admitir que ya no puede seguir caminando con esos zapatos, zapatos que lo están lastimando y que cada paso que da con ellos, no solo lo lastima a él, sino a la sociedad que gobierna en estos momentos; cada paso que el alcalde da con esos zapatos va minando las posibilidades de que la tía pueda regresar a la zapatería y obtener un reembolso, cada paso que el alcalde da con esos zapatos se convierte en un golpe más a la sociedad Culiacanense.

Estrada Ferreiro ya camino más de 4 cuadras con esos zapatos que le han resultado muy pesados y que le lastiman, ¿Cuánto tiempo falta para que admita que no va a poder ahormarlos? Entre la compra de la camioneta de lujo cuando se hablaba de austeridad, los adeudos de predial y de tenencia, problemas con la recolección de la basura, censura y pleitos con los medios de comunicación, la tragedia ocurrida en las lluvias pasadas a causa de no haber atendido los reportes para la reparación de una boca de tormenta, los pleitos con los sindicalizados y demás, los culichis ya no ven lo duro, sino lo tupido. Y lo más alarmante de esta situación es que a estas alturas del partido, el alcalde no pareciera reconocer que las cosas no se han estado haciendo bien, y en lugar de asumir sus responsabilidades, solo se ha dedicado a culpar a todo mundo de los pobres resultados de su administración.

¿Se imaginan como nos estuviera yendo si el tsunami electoral que lo colocó en la silla de la presidencia municipal hubiera sucedido en la elección que participo como candidato a gobernador del estado?

En fin, en los próximos comicios vamos a ver ¿qué tan caros le van a salir esos zapatos al presidente López Obrador? porque si no exige un reembolso a la brevedad, por lo menos en Culiacán, su cartera va a quedar arruinada y sin valor para las próximas elecciones.