El panorama económico se ha deteriorado fuertemente en las últimas semanas y cada vez son más los analistas que prevén una recesión económica en varios países, entre ellos México, a causa de la pandemia del COVID-19.
De hecho, quizás la mayor interrogante ya no es si habrá o no una recesión, sino más bien la magnitud que tendrá la caída de la economía.
La guerra petrolera entre Rusia y Arabia Saudita que derrumbó los precios del crudo, la declaración de pandemia del coronavirus por parte de la Organización Mundial de la Salud, la cancelación de eventos artísticos o deportivos masivos en varios países y la suspensión de vuelos comerciales entre Estados Unidos y Europa, pusieron muy nerviosos a los mercados.
Por todo esto, la semana pasada las bolsas del mundo tuvieron su peor desplome desde la crisis financiera de 1987, mientras que en México el tipo de cambio rozó los 23 pesos por dólar, la cotización más alta desde 2016 con la incertidumbre que generó la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca.
Aunque todavía es temprano para predecir los efectos concretos que tendrá el COVID-19 en la economía internacional y mexicana, varios grupos financieros y agencias calificadoras ya están recortando sus pronósticos de crecimiento para este año.
Bank of América, por ejemplo, rebajó su proyección de crecimiento para México de 0.5% a una contracción de -0.1% para este 2020, con lo que la economía nacional experimentaría la misma caída que registró en 2019.
En su análisis, titulado “El petróleo y el virus: nuevos pronósticos para América Latina”, estima que en México continuará profundizándose la cautela entre empresarios, bancos e inversionistas, lo que aumentará el costo del financiamiento y depreciará más al peso mexicano, y esto en conjunto terminará por impactar el crecimiento.
En este documento, se advierte que las finanzas públicas y Pemex están expuestos a los menores petroprecios y enfrentan el riesgo de recortes de su calificación, lo que también presionará la certidumbre y limitará la inversión.
Por desgracia Bank of America es de los más optimistas, ya que el banco inglés Barclays prevé que este año el Producto Interno Bruto (PIB) de México registre una caída de -2.0%.
En el caso de esta institución considera que la economía mexicana se verá seriamente afectada por las interrupciones en las cadenas de suministros; una reducción de la actividad de viajes de negocios y turismo; y la propagación del coronavirus dentro del País, el cual considera que no está siendo efectivamente rastreado y podría ocasionar que el gobierno reaccione demasiado tarde para frenar la tasa de contagio.
En este escenario complicado, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional han recomendado a los países reducir sus tasas de interés y elevar la liquidez de sus mercados, a fin de estimular el crecimiento y disminuir la incertidumbre.
El Banco de México ya tomó nota de esta recomendación y comenzó subastas de dólares a fin de tranquilizar a inversionistas y disminuir las presiones sobre el peso.
En el caso del Gobierno federal se percibe un ánimo de no ordenar medidas sanitarias drásticas que prevengan un alza de los contagios, pero que tengan un impacto en la actividad económica.
Esto sería una apuesta muy riesgosa considerando las medidas que sí están tomando otros países como Italia o Estados Unidos.
Es crucial que el Gobierno mexicano evalúe con crudo realismo si nuestro sistema de salud tiene verdaderamente la capacidad para enfrentar un súbito incremento de los contagios del COVID-19.
De no ser así, entonces sería indispensable corregir el camino y endurecer al igual que otros países las medidas temporales para prevenir más contagios, o los costos para la economía podrían ser mucho mayores con un coronavirus fuera de control. Bien dice el dicho: Más vale prevenir que lamentar.